jueves, 16 de abril de 2015

BENDITA INGENUIDAD


Fotografía año 1967: Un servidor, Emilio Méndez y Tomás (ambos estudiantes de Física e inseparables), Fernando Casillas y Carmen su mujer, entonces novia.

En mi entrada anterior contaba como cuando supe la calle donde tenia que llevar un libro, me asaltó una especie de inquietud y desasosiego, la calle me sonaba mucho pero no sabía bien el porqué.

Resulta que en esa misma calle, hace casi cincuenta años, uno sufrió acoso sexual por parte de una persona de total confianza, era tal la confianza, que uno en su ingenuidad, hasta pasados unos años no supo interpretar que lo que había sufrido era intentos de abusos sexuales.

Este señor era una especie de director espiritual, nos daba clase de valores humanos, estaba casado y tenia cinco o seis hijos, me citó en su casa a tomar café un domingo, después de decirle que había una chica que estaba detrás de mí, y que a mi no me gustaba, la chica había ido a visitar a mi madre varias veces y yo no sabía como quitármela de encima, incluso ese día se empeñó en  acompañarme.

Tomamos café con su mujer y algunos de sus hijos, y al cabo de un rato me pidió que fuésemos a su despacho, la chica se quedó con su mujer.

Yo iba confiado en que me iba dar consejos sobre como desengañar a la chica, pero él debió de tomarse lo de que no me gustara esa chica en particular, porque no me gustaban las chicas en general, y en la intimidad de su despacho me pidió que me bajase los pantalones y empezó a tocarme, no sé como lo envolvería, con que palabrería, era un gran orador, que yo llegué a creerme que era una terapia para vencer mi timidez, la cosa no llegó a más porque a mi en ningún momento me produjo el menor estimulo, todo lo contrario, y él debió entender de que no había nada que hacer.

Susurraba que yo debía sentirme muy orgulloso al mirarme en el espejo, que era un chico muy sensible, que debería tener mayor autoestima, que me desinhibiera, yo esto me lo tomaba por la parte positiva, pensando que lo hacía para comprobar que no era homosexual, como una terapia, nunca pensando que en realidad el que era homosexual era él.

He dicho susurraba, hoy creo más bien, que lo que hacía era jadear y me viene a la mente que le olía mal, muy mal el aliento.

Afortunadamente esta ingenuidad mía me salvó de sufrir un gran desengaño, yo salí de allí sin ningún resquemor, fue muchos años después cuando uno se enteró de que un sacerdote, también del círculo de este señor fue condenado por pederastia, uno sufrió tal desengaño a pesar de que ya había perdido la fe, que se le abrió la mente.

El sacerdote en cuestión era el prototipo de místico y entregado, muy espiritual, intelectual, secretario del Arzobispado de Madrid, profesor de francés en el Seminario, muy culto y refinado.

Una vez a la semana teníamos visita eucarística nocturna, dirigidos por él  en la Iglesia de las Clarisas de General Ricardos, entonces Parroquia de la Virgen de las Gracias, donde se había constituido un club parroquial que gozaba de gran dinamismo e interesantes apuestas por lo cultural, deportivo, el ocio y naturalmente lo religioso.

Si me hubieran preguntado quien era el mejor sacerdote que había conocido sin dudar diría que era él, Don Rafael.

Un buen día viniendo de trabajar  oyendo la radio, escuché que un sacerdote llamado Rafael Sanz Nieto, había sido acusado de pederastia, fue tal el impacto de la noticia que aparqué en el arcén, y llamé inmediatamente a mi amigo Manolo Figueras, en la confianza de que me desmentiría que nuestro  Don Rafael no tenía esos apellidos, que estaba equivocado. Pero si que  era nuestro Don Rafael y tanto a Manolo como a mí nos dio una gran tristeza.

Uno desde su más tierna infancia ha sido educado, mas que educado, ha estado inmerso en un ambiente donde la religión católica, apostólica y romana lo copaba todo. 

Mi madre era muy religiosa y me inculcó su fe, me gustaban mucho todos los ritos y liturgias que había alrededor de la  religión:

Las procesiones, recuerdo con gran cariño la procesión de la aurora y el cántico “entre todas las mujeres” o la del Silencio del viernes de Dolores cuando la acompañábamos con los farolinos hechos ex profesos para la procesión. 

Los villancicos por Navidad cantados desde el coro, al mismo tiempo que iniciábamos el besamanos del niño Jesús que sujetaba el sacerdote al terminar la misa. 

Las Purificás y ese ambiente de epifanía que se respiraba el 2 de febrero en todo el pueblo y en particular en mi casa cuando mi hermana Puri, era la protagonista principal, pues, ella era la de la Pandereta. 
Rezaba  todos los días con mi madre, mientras ella cosía, el rosario, lo llevaba yo y me sabia de memoria todos los misterios y letanías, e incluso en algún momento cuando tenia doce años me planteé la posibilidad de ir al seminario. 

Este era el ambiente en que yo me había criado, y claro está si uno  confía en su entorno no tiene por qué dudar de las consignas que se le inculcan y lo normal es que las acepte y las haga suyas. 

Cuando llegué a Madrid, con dieciséis años recién cumplidos seguí con mis convicciones religiosas, antes había estado más de un año en Rentería y aunque iba a misa todos los domingos y fiestas de guardar no recuerdo haberme confesado. 

Nada mas llegar a Madrid, ya con mi madre al lado,  me confesé, no  con un cura de la ribera, como dice la bonita canción, sino con uno chapado a la antigua de la parroquia de San Roque, que era la que me correspondía. La confesión fue dramática, un cura iracundo diciéndome que me iba a condenar, que me quedaría  ciego,  que era un pecador empedernido, un pecador casi irredento, que estaba arruinando mi vida. Fue el tal varapalo que  recibí que deje ipso facto, de hacer, lo que por otro lado, era lo más natural cuando se tienen dieciséis años y uno está sano y tiene las hormonas en su  sitio. 

Me ayudó bastante a conseguirlo el deporte, entré a formar parte del equipo de baloncesto  del club  parroquial Virgen de las Gracias, y aunque no era nada bueno como jugador, si que me entregaba en los entrenamientos  que me servían para gastar las energías propias de la edad, nos duchábamos con agua fría, esta costumbre la seguí practicando durante mucho más tiempo, sobre todo desde que leí Camino del ínclito Monseñor Escribá de Balaguer (otro que tal baila) y recomendaba las duchas de agua fría para evitar la tentación de Onán.  

En el equipo de baloncesto tuve el honor de tener como compañeros a Guillermo Rodríguez Mingorance, pintor que fue galardonado con el Premio Nacional de Pintura y con Emilio Méndez  premio Príncipe de Asturias en 1998 de Investigación Científica y Técnica. Emilio también formaba parte de los adoradores nocturnos que íbamos con Don Rafael.    

Recalé en el Club Virgen de las Gracias,  gracias y valga la redundancia, a Manolo Figueras, que le conocí en Crédito Editorial Hernando en la calle Carretas, cuando comencé a trabajar, en el mes de Febrero de 1966,  de aspirante a auxiliar administrativo, no se podía ser auxiliar hasta los 18 años.


Manolo vivía en Carabanchel, en la Colonia de Hermandades del Trabajo que daba nombre a la Parroquia, como yo vivía cerca me invitó a ir a club y de ahí nació una bonita amistad que aún perdura, enseguida congeniamos y fui admitido en su panda de amigos que estaba formada, por Santiago Lería, Justo Santos y Miguel Muñoz (q.e.p.d) formando un grupo muy unido, autodenominado los Indomables. 

Yo fui el nexo de unión por el que Santiago conoció a Tere, hermana de Telesforo nuestro alcalde,  ya que la llevé al club y allí se conocieron y están juntos hasta hoy. También gracias al Club conocí a Maribel, vivía al lado, y también continuamos juntos hasta hoy. 

El ambiente que se vivía en el Club era muy sano, quizás demasiado, teníamos nuestra misa yeyé, nuestros guateques los domingos, nuestras Aulas Poéticas, nuestras escalas en HIFI, Teatro, excursiones culturales y recreativas, y nuestras clases de valores humanos impartidas por él, por un lado muy didáctico y entusiasta profesor, y por otro lado por un inimaginable e impensable pederasta. 

En este ambiente formamos un grupo de elite  dentro del club, que hoy lo considero demasiado espiritual y alejado de los problemas del nuestro entorno, éramos todos de comunión diaria, visto con la perspectiva que tengo ahora éramos un poco meapilas, no queríamos mezclarnos con nuestro entorno no fuera a contaminarnos, uno echaba de menos un poco de rebeldía y de solidaridad con los problemas de los demás.  

Pues bien en estas circunstancias fue cuando uno se vio involucrado en el asunto que he relatado al principio, y claro está uno en este ambiente no se podía imaginar por lo más remoto que alguien al que admiraba, al que le consideraba  una autoridad moral y cultural podía pensar que fuese un ser que tuviera inclinaciones perversas. 

Y gracias a mi pureza de pensamiento, a mi ingenuidad este episodio no hizo ninguna mella en mí, seguí siendo un ser confiado y quedó olvidado, al menos conscientemente, hasta el fatídico día en el que escuché en la radio que un sacerdote había sido condenado por abusar de menores en una parroquia de Aluche, y este, no era otro que mi querido Don Rafael.   

El hecho, de que Lola me enviase un correo,  pidiéndome ayuda para encontrar un libro sobre Monroy, que aliviara la vida a una querida amiga suya, amiga que resultó ser la tía de mi amigo de la infancia Crispín, me ha llevado  además a la calle en la que un día alguien intentó cargarse la bendita inocencia de un adolescente, pero que afortunadamente no lo consiguió. 

Por cierto la calle es Federico Mayo, situada también en una colonia de Hermandades del Trabajo, la colonia Eijo Garay. Hermandades del Trabajo hizo en su día una gran labor social, construyendo viviendas baratas y fundando filiales de los Institutos de Enseñanza Media en los barrios de Madrid,  fue fundada por Don Abundio, sacerdote  natural de Jaraicejo, también eran muy conocidas en Madrid por ser la propietaria de  las Piscinas de San Miguel, famosas por la separación de sexos, los hombres en una piscina y las mujeres en otra.   

En alguna de las entradas de este blog he argumentado que la pederastia se producía, a mi modesto entender, en alto grado en la Iglesia Católica  como consecuencia de la represión debida al celibato, puede ser una de las causas, pero en el caso que nos ocupa el pederasta estaba casado y tenia hijos ¿Cuál sería el motivo? La homosexualidad reprimida tal vez. Afortunadamente ahora en el mundo occidental, la homosexualidad se empieza a considerar como lo que es, una opción del individuo tan natural como la heterosexualidad y nadie debería fingir sus gustos sexuales. 

¿Qué culpa tengo yo  de que no me guste el queso? ¿A quién hago mal porque no me guste? Pues por la misma razón  ¿Qué culpa tiene un hombre de que no le gusten las mujeres o que una mujer no le gusten los hombres? Suelen decir  que no es natural. Pues amigos míos, lo natural es lo que sucede en la naturaleza,   y en ésta hay gustos para todos y siempre que no se haga daño a terceros y las relaciones sean consentidas, a nadie le debería importar la inclinación sexual de cada cual. 

Pero la pederastia es otra cosa se hace daño y mucho a seres indefensos y vulnerables. 

Por hoy ya está bien, ya iré contado mi evolución de pasar de ser un meapilas a ser un escéptico total en materia religiosa, quizás episodios de este tipo le hicieron a uno alejarse poco a poco de la religión, pero  sobre todo la causa primordial fue el descubrimiento de los grandes pensadores del Siglo de las luces, con Voltaire a la cabeza.

miércoles, 25 de marzo de 2015

EL VALOR DE LA AMISTAD


Hace mucho que no escribo en este blog, pero creo que lo que va a continuación merece la pena contárselo a todos los monroyegos y allegados, una verdadera historia de amistad entre dos personas, Lola y Pura, espero que os guste.

El 10/2/2015, recibí el siguiente correo electrónico:

Buenas tardes:

Me pongo en contacto con Vd. porque estoy buscando un libro que trate de las costumbres y fiestas de su ilustre localidad. Una amiga muy querida para mí es natural de Monroy, pero es mayor y está delicada de salud y me encantaría hacerle un regalo que le acercara a sus orígenes. Le ruego si puede decirme donde puedo conseguir un ejemplar del libro que se editó en 2006 o si hay alguno más moderno, si lo puedo solicitar a alguna librería de la zona.

Dándole las gracias de antemano, atentamente

Lola Martin

Ese mismo día contesté lo siguiente:

Buenas tardes:

Si, existe un libro titulado "Monroy: Historia y Tradición" Año 2009 del que he tenido el honor de prologarlo. Tengo un ejemplar disponible. Me encantaría poder contribuir a acercar a sus orígenes a una monroyega.

Si me da su dirección con mucho gusto se lo enviaré.

Atentamente

Andrés Gómez Ciriaco

Lola me mandó un correo dándome la dirección de su casa, la calle me sonaba mucho pero no sabía el porqué, al ver que la calle estaba a una distancia similar a mi paseo diario, decidí llevárselo en persona, el señor Google Maps me llevó perfectamente, Lola no estaba en casa, me recibió su marido muy amablemente y me presentó a sus tres niños.

A llegar a la calle ya recordé de que me sonaba, y también el motivo de no recordarlo a primera vista, en otra entrada ya contaré el desagradable motivo que viví en esa calle unos números más arriba.

El 11 de febrero de 2015, contesté

Buenas tardes:

Acabo de ver que de su casa a la mía hay 2,8 kms. y que se tarda unos 38 minutos andando, vivo en la calle Toledo (Pirámides) y para más casualidades suelo ir andando casi todos los días al gimnasio de La Ermita y veo que está cerca de su casa, por lo que no me costará ningún esfuerzo dejárselo en su buzón.

Por supuesto que se lo dedicaré con mucho gusto, mi madre se llamaba Pura y quizás ella conocía a mis padres, dígala que soy hijo de Andrés PITACHA, que tenían bar y baile en Monroy. A mí también me gustaría saber de qué familia proviene ella.

Lola no le voy a cobrar nada porque a mí los ejemplares no me han costado nada, ya que me los dieron para atender compromisos, y ninguno mejor que este.

Espero que le guste su regalo a Pura y le sirva para aliviar sus penas.

Atentamente

Andrés Gómez Ciriaco

El 12/2/2015, Lola dice:

Buenos días, Andrés:

Ante todo, pedirle disculpas ya que cuando leí su mensaje ya había salido de casa, me hubiera gustado conocerle. En segundo lugar, agradecerle infinitamente su gesto, algo inusual en estos tiempos que corren... Gesto que me reconcilia con el mundo y me hace pensar que todavía queda gente extraordinaria.

El libro se lo entregaré mañana a Pura con motivo de su cumpleaños, se que le va a hacer muchísima ilusión. También le preguntaré por su madre, seguramente se conocieron. Ella se apellida DURAN REBOLLO y siempre comenta que en el pueblo les llamaban "LOS DURANES".

Yo tuve ocasión de visitar Monroy en el año 2002, estuve en el Casino, en las Dehesas... fuimos a conocer a la familia de Pura, a sus hermanos que ya estaban muy mayores. Compramos tortas de chicharrones y garbanzos, que me traje a Madrid, y aceite de oliva, de la cooperativa. Hoy en día, creo que solo le queda un hermano viviendo en el pueblo y otro en una residencia cercana.

Cuando vamos a cenar a casa de Pura, ella nos sorprende a veces con comidas típicas extremeñas, que también acompaña con sus relatos de cuando era niña. Nos relata cuando se hacia la matanza, la primavera, la caza, el sabor de los tomates de antaño.. y todo eso mientras degustamos los repalpalos o esas bolitas de bacalao escabechadas que nunca habíamos comido en Madrid.

Hoy, Pura, está delicada, ya que está operada de la espalda. Gracias a su generosidad, mañana le haremos muy feliz.

No obstante y si Vd. está de acuerdo, me gustaría que nos pudiéramos conocer y agradecerle en persona su amable gesto. Mi marido me dijo que estaba Vd. delicado del riñón y no quiso tomarse ni un café.

Reciba un abrazo

Lola Martín

El 12/2/2015, contesto:

Buenas tardes Lola:

Me ha encantado poder regalarle el libro y más ahora que sé de quien se trata, Puri, la tía guapísima de mi gran amigo de la infancia Crispín (q.e.p.d). Tengo un blog en Internet: http://monroyegos.blogspot.com.es, donde tengo dos entradas dedicadas a Crispín, una es La escopeta de Crispín y otra Ya nos va tocando que la escribí como epitafio a mi amigo Crispin cuando murió. Se las puede imprimir a Puri. Si no las encuentra dígamelo y se las envío.

En este blog cuento toda mi infancia en Monroy tiene 111 entradas.

Lo que yo llamo la magia de Internet ha hecho que le pueda mandar esta fotografía

Que estoy seguro que la emocionará, Puri es la que está sobre el burro.


                              (Fotografia sacada del muro de Mari Luz Ardura)

Como verá era guapa Puri. Tengo un recuerdo especial de ella, fue cuando estando con Crispín, nuestro maestro Don Jacinto trataba de cortejarla y a Crispín y a mí no nos hizo mucha gracia, porque sabíamos que Don Jacinto tenía novia. A lo mejor en mi caso era un poquito de celos.

Bueno Lola por hoy yo creo que está bien de emociones.

Con mis mejores deseos y esperando me cuente la reacción de Puri, seguimos en contacto. Por cierto tiene unos niños muy guapos.

Andrés

El 13 de marzo a las 18:56 escribí:

Buenas tardes Lola:

Después de mi último correo no he vuelto a tener noticias suyas, no sé si la ha podido molestar algo de lo que le decía. O tal vez a Puri por su estado delicado no le haya venido bien el que mencionase la muerte de su sobrino Crispín.

En cuanto a lo que mencionaba del cortejo de nuestro maestro era totalmente de una forma inocente, hay que tener en cuenta que lo que nosotros vimos fue pasear a Puri y dos o tres chicas con nuestro maestro y dos amigos.

No sé, si la ha molestado algo le pido disculpas, ya que mi intención era colaborar con usted para hacerle feliz a Puri.

En espera de sus noticias reciba un cordial saludo.

Andrés Gómez Ciriaco

El 14 de marzo Lola escribió:

Buenos días, Andrés:

Ante todo, pedirle disculpas por no haber respondido antes. Por supuesto que Vd. no ha molestado en absoluto, faltaría más. Todo lo contrario, me hubiera gustado que viera la cara de Pura cuando le pusimos la foto delante, la habíamos impreso en papel fotográfico y había quedado fantástica. No era capaz de hablar, solo decía - pero cómo tienes tú esta foto???, si es mi familia, mira, este es mi hermano Rufino, y esta es mi cuñada Lucía!!!- . No podíamos parar de reír y ella, emocionada, no daba crédito. Cuando le di el libro y le conté la historia de cómo había llegado a sus manos, le hablé de Vd., estaba aturdida. Al día siguiente me llamó por teléfono y muy excitada me explicó que ya le recordaba, cuando preguntaba su cuñada por Crispín y le decía que estaba con Vd. en la Pedrera, que parecían "indios", que recordaba a su madre, que también se llamaba Pura y que tenían el bar y arriba, el baile. Y respecto a la anécdota del maestro, se reía mucho y añadió que Crispín le decía que estaba como a medio cocer, que no era hombre para ella.

Ayer estuve con ella, quiere que sepa que se ha leído el libro y que le emociona porque dice que en él se reflejan las cosas como eran entonces, las palabras que se utilizaban, que hoy, en Monroy, todos hablan muy " finos". Le encantó " La escopeta de Crispín", dijo que era un fiel reflejo de su sobrino, que lo reconoce perfectamente en sus palabras, que nadie podía haber hecho un retrato mejor.

La verdad, fue un momento muy emocionante, cargado de bonitas palabras hacía Vd., se ve que Pura guarda muy gratos recuerdos de los momentos que vivieron en común.

Me enseñó algo que adjunto en anexo, espero que a Vd. también le guste.

                                            (En el anexo venía esta fotografía de Crispín)

Y por mi parte, no tengo forma de agradecerle lo que ha hecho por nosotros. No dude que en mí tiene una amiga y en mi casa tiene su casa. Y que albergo la esperanza de coincidir con Vd. y poder contarle esto mismo.
Quiero añadir que mi teléfono es ..... para lo que necesite y que estoy completamente enganchada a su blog, que he leído de principio a fin, rogándole que alimente el blog regularmente.
Reciba un abrazo
Lola Martin

 
Y haciendo caso a Lola realimento el blog con esta entrada.

martes, 14 de enero de 2014

SERES SENSATOS



Uno es de humilde cuna, tan humilde que la suya y la de sus seis hermanos, fueron dos butacas de mimbre puestas una frente a otra. 

Pero ser de humilde cuna  no quiere decir que no se sea de una buena cuna  y lo prueba el hecho de que las butacas debían ser de un excelente mimbre, pues soportaron a siete niños durante veinte años que son los que se llevan mi hermana Puri y mi hermano Miguel Ángel. 

Uno se puede preguntar por qué nunca mis padres compraron una cuna y sin embargo tuviésemos niñera, puede parecer chocante, pero no lo era tanto en esos tiempos de miseria y carencias, la mano de obra era tan barata que costaba más comprar una cuna que pagar a una niñera. 

Y el ser de humilde cuna tampoco incapacita para la felicidad, yo me recuerdo muy feliz en mi pueblo jugando a todo lo que se nos ponía por delante y sin las precauciones que se toman hoy. 

Por supuesto que había  riesgos, pero qué es la vida sino un riesgo permanente, que indefectiblemente acaba siempre  en la muerte. Y uno como Sócrates al despedirse de sus alumnos, no sabe que es mejor si vivir o morir. “Debemos irnos ahora, yo a morir, tú a vivir. Qué es mejor. Sólo el dios sabe” Que es lo mismo que decir que nadie lo sabe. (La cita de Sócrates tomada del blog de Andrés Trapiello)..

Uno llega a pensar en algunos momentos, no siempre,  que es preferible correr algún riesgo y pasarlo bien, que estar permanentemente preocupado y constreñido en aras de la seguridad, si hay que morirse pues se muere uno y ya está.   

Entre los riesgos que corríamos en el pueblo recuerdo uno que estuvo a punto de ocasionarme la muerte fue cuando me quedé materialmente pegado a los cables, cordones de la luz, se decía en Monroy, jugando a ser electricista subido en  la reja de una ventana de la casa de la Calle Nueva que hoy es de mi prima Pupe.  

Aquellos cables estaban revestidos de un  material que no aguantaba la intemperie, estaban pelados y al alcance de los niños, toqué los dos cables a la vez, la corriente entonces era de 125 Voltios,  mis manos se quedaron materialmente pegadas una a cada cable,  por todo mi cuerpo pasó la corriente eléctrica, era incapaz de soltarme, me sentía atrapado, alguien intento separarme y  le dio a él también la descarga eléctrica, a final después de un gran  susto y con los cabellos de punta,  no sé cómo  logré desengancharme.  

Los chicos nos peleábamos continuamente, pero al momento estaba olvidada la pelea y nos reconciliábamos, se organizaban pedreas entre bandas rivales los de arriba contra los de abajo, los de arriba eran los de la Calle Nueva, los de abajo éramos los de la carretera. 

Una vez  en unas de estas peleas me pusieron un ojo a la virulé, y por eso en la fotografía del primer carné de familia numerosa aparezco de perfil para que no se me viese el ojo morado. 

Hay otra fotografía de ese mismo día, donde aparezco de frente y con el ojo morado, no es  que por entonces uno estuviese casi todos los días haciéndose fotografías como ocurre ahora, sino que aprovechando que en la boda de mi primo Jesús con Teresa (q.e.p.d) había fotógrafo nos hicimos la foto de familia numerosa.  

Las reconciliaciones son un acto de generosidad por parte de los implicados, y yo me sentía alegre cuando estaba a bien con todo el mundo. Recuerdo especialmente la reconciliación con Iñaqui, el hijo pequeño del teniente de la Guardia Civil, nos habíamos peleado no sé muy bien por qué, pero si recuerdo la aproximación que hicimos para limar asperezas, me acerqué y le dije que me gustaba mucho su corte de pelo,  él me preguntó por  mi viaje a la boda en Madrid, en ese momento los dos nos sentimos y así nos lo hicimos saber, contentos,  reconfortados y amigos para siempre. 

Uno de los más belicosos era Tomás Peñato, claro que era monaguillo y eso imprimía carácter, entre las muchas anécdotas que cuenta Tomás, algunas ya las hemos contado en este blog,  está la del campanario cuando algunos monaguillos  hicieron sus deposiciones en un periódico y nos se les ocurrió mejor manera para deshacerse de la olorosa carga que arrojarla al vacío, la casualidad quiso que le cayese encima a Andrés Vega  que pasaba por allí. Este montó en cólera y con su acostumbrado  deslenguado decir se acordó de todo lo habido y por haber, de todo lo divino y humano que se le vino a la cabeza. Don Abilio, el cura párroco, intentaba hacerle creer que aquello era cosa de las cigüeñas, pero él con una lógica aplastante, le decía que aquello no era de las cigüeñas que aquello no solo parecía y olía, sino que era mismamente mierda natural.  La de las cigüeñas según el parecer del ínclito  Andrés Castuera  no era natural.  

Andrés Vega era primo hermano de mi padre, tenía un  pronto incontrolable, aunque en el fondo era una buena persona, se le iba la fuerza por la boca. Vendía pan en su casa de la plaza, el pan se horneaba y también se vendía en la panadería de su hijo Críspulo en la carretera. Cuando alguien se quejaba de que el pan no era reciente, que era del día anterior, éste les decía que eso no era cierto, pero de todas formas les recriminaba y les decía  en voz alta que qué se habían creído, si toda la vida habían estado comiendo pan  que hacía  una semana que estaba horneado y ahora se habían vuelto tan finos y escrupulosos.

Andrés era la antitesis de su mujer,  contrastaba su carácter con la dulzura y las buenas maneras  de  Teodora.  

Cuenta también Tomás, que en clase de Don Juan Casares un día dando la lección, no estoy muy seguro de sí era  a Dionisio Mohedas o a su hermano Vicente, le intentaba meter en la cabeza el maestro que la tierra era redonda. Resulta que Don Juan Casares no pronunciaba la erre, y decía  repite conmigo: La tiega es guedonda, y Dionisio muy obediente repitió: La tiega es guedonda. Os podéis imaginar lo que le ocurrió al pobre Dionisio, teniendo en cuenta, que Don Juan Casares tenía fama de tener la mano muy suelta  y una vara muy larga. 

Una noche del caluroso verano de Monroy, estando en la plaza sentado en la terraza del Casino, mi hermano Vicente se admiraba de la destreza, la elegancia y el desparpajo con que los gatos andaban por las cornisas y por los aleros  de los tejados.
Tomás Tobías,  extrañado,  le respondió que no entendía tanta admiración  pues de toda la vida de Dios los gatos habían andado así por los tejados.
Virtudes, la mujer de Tomás, estuvo padeciendo bastante tiempo por un espolón (callo interno) que le había salido en la planta de los pies, un día mi hermano Vicente le preguntó: ¿Virtudes cómo andas con los piedinos? E inmediatamente mi hermano cayó en la cuenta de que no había otra manera de andar que no fuera con los pies y le dio la risa floja y ahora cada vez que ve a Virtudes le espeta: ¿Virtudes como andas? Y el mismo se responde: con los piedinos.
Y a propósito de gatos, hay un refrán extremeño que dice:
¿Cuál es el sitio más fresco de la aldea? Donde el cura se pasea

 ¿Cuál es el sitio mas caliente de la casa? Donde el gato descansa.
 
Por tanto de todo lo anterior se infiere que los curas y los gatos son los seres más sensatos

Andrés Gómez Ciriaco

(Esta entrada fue publicada en el blog el 18 de julio de 2011, los duendes de internet la hicieron desaparecer)

jueves, 28 de febrero de 2013

EN EL LUGAR DEL OTRO




Qué me inspira?

La vida

¿Qué pienso?

Sueños

¿Qué quiero?

Ser sincero

¿Qué persigo?

Amigos.

Ayer quise pensar como tú.
Hoy he vuelto a pensar como yo.
Pero al intentar ser como tú,
mañana yo seré mucho mejor.

Andrés Gómez Ciriaco

domingo, 14 de octubre de 2012

SOLO DE SAXOFÓN ACOMPAÑADO


En una entrada en este blog titulada Solo de saxofón,  se cuenta la inmensa nostalgia que  le produce a uno  siempre que escucha el pasodoble "En er mundo".

El sábado de las pasadas fiestas de septiembre tuvo el placer de rememorar un paisaje de su infancia muy querido, cuando, sentado en la tribuna,  escuchaba a los músicos. 

Los Apartamentos Cristina, tuvieron la buena idea de dar un  concierto de saxofón, el músico  Juan  Pesado,  actuó acompañado por  Manolo Tobía, mítico batería del grupo  Los Águilas que en los años sesenta hacían sus pinitos por Monroy y su comarca.

Nada más entrar, uno  escuchó Cerezo rosa y se emocionó al comprobar que el saxofonista, era uno de aquellos que había tocado tantas veces en el salón de baile de sus padres, cuando se dormía sentado en la tribuna escuchando la música, la buena música que salía de las trompetas y saxofones de aquellos buenos músicos y estos le bajaban en brazo.

Creo que se hizo novio de su mujer, que es de Monroy,  cuando tocaba en casa de mis padres.

Fue un momento mágico y la gente creo que así lo entendió, pues se veía un ambiente especial, la gente se contagió de una música para bailar sin estridencias.

Música sencilla, cantable y bailable. Entrañable música. ¡Bendita música!

martes, 24 de julio de 2012

RESILIENCIA


Estado de la habitación numero 1035 del Hospital 12 de 0ctubre de Madrid.


Siempre que en Monroy compraba agua mineral Soláns de Cabra,  Pablo Benito solícito me preguntaba: ¿Andrés es que padeces de riñón? Yo, invariablemente, le contestaba muy ufano:  ¿Yo?, que va.  Del riñón estoy muy bien. Eso es lo que yo creía, pero la realidad era muy otra, el pasado día 7 de mayo me diagnosticaron,  así de sopetón,  Insuficiencia renal aguda, bueno esto en el Centro de Salud que está al lado de mi casa, en la calle Toledo, en el Doce de Octubre, donde ingresé ese mismo día, menos eufemísticos ellos, lo llamaron: Fracaso renal agudo y hemoptisis.


 Y de pronto uno se ve dentro de un hospital, eso si en el mejor hospital para tratar enfermedades del riñón que hay es España, que es lo mismo que decir que hay  en el mundo, pues no es casualidad que España esté a la  cabeza de trasplantes en el mundo y  que el Doce de Octubre sea el primero de España en esos menesteres. Bien mirado, uno sabe elegir sus enfermedades, si tengo que caer enfermo pues lo hace en la especialidad de su vecino y amigo el Coordinador de trasplantes del Doce de Octubre el Dr.  Amado Andrés.

A mi, por domicilio, el Hospital que me corresponde es La Clínica Jiménez Díaz, conocida popularmente por La Concepción, pero al tener como vecino a Amado, nada más tener el diagnostico del Centro de Salud, mi mujer no lo dudó un momento y en el ascensor dio al quinto en el lugar de al tercero. Por cierto que  el diagnóstico fue realizado en dos días: el jueves cita con el médico de familia Dr. José Nemesio  Villarroel, viernes a las ocho y media análisis (cinco minutos de espera) y a las  16:30 salí con las placas del tórax hechas, estaba citado a las 16:35. Lunes 7: diagnóstico, previas llamada del Dr. Villarroel, (dos perdidas al móvil  y una al fijo) para citarme esa misma tarde a las 19:30 horas. La Seguridad Social constata uno,  funciona muy bien. Por favor  señores gobernantes, por favor Señora Aguirre déjenosla como está, por favor, no nos la desmantele.

Por la cara que puso Amado nada más ver los análisis supe que lo mío  era serio, sin peder un minuto, Amado llamó a su compañero Dr. Enrique Morales que estaba de guardia,  él mismo me llevó en su coche. A las nueve estaba ingresado, a las nueve y media me habían hecho una ecografía y placas del tórax. A las ocho de la mañana del día siguiente ya me habían realizado  una biopsia en el riñón izquierdo. A las cinco de la tarde tenía el diagnóstico principal: Glomerulonefritis extracapilar tipo III. Otros diagnósticos: Vasculitis de pequeño vaso (probable granulomátosis con poliangeitis/enfermedad de Wegener) con afectación renal y pulmonar. Neumopatía pulmonar intersticial bilateral. Anemia ferropénica.

En definitiva una enfermedad autoinmune donde son mis propios anticuerpos los que me atacan, no puedo echar las culpas a nadie, la enfermedad me la provoco yo mismo. A todo esto, el Dr. Amado Andrés, nada más ver los análisis realizados en el Centro de Salud, y antes de realizarme  las pruebas, ya me había diagnosticado certeramente lo que tenía y el tratamiento está siguiendo el mismo curso de como él me lo planteó,  los hechos punto por punto le están dando la razón. Él se quita méritos y dice que es su especialidad, pero lo cierto es que en otros diagnósticos y  en otras enfermedades también acierta, es un gran profesional y uno tiene la suerte de tenerlo por amigo además de cómo vecino. 

El tratamiento consiste en siete sesiones de plasmaféresis, esteroides inicialmente  3 g vía intravenosa y a continuación Prednisona vía oral, empecé con 80 mg. y ahora estoy en 20 mg. Y seis sesiones de Ciclofosfamida intravenosa mensual durante seis meses (Quimioterapia). Llevo cuatro sesiones aunque las dos últimas las programaron  a veinte días en lugar de un mes, la próxima,  el día 31 de julio, será la quinta. Me complementan el tratamiento con Calcio y hierro diariamente y con EPO, una  dosis cada diez días, hasta completar seis.

La plasmaféresis consiste en cambiar el plasma donde están los anticuerpos agresores por plasma  de donantes del mismo grupo. Me cambiaban casi cuatro litros por sesión. Para ello te enchufan a una máquina,  previamente te han introducido un catéter en la vena femoral con un tubo de  entrada y uno de salida que se conectan a la máquina y ésta va extrayendo la sangre y  separando mi plasma malo e introduciendo el plasma bueno, así más o menos durante cuatro horas. Las cinco primeras sesiones  me cambiaron plasma,   las dos ultimas sólo me cambiaron la albúmina. 

La experiencia en el  hospital  con mi autoinmune enfermedad ha sido para mi positiva. Hay una palabra, que desde que la escuché la primera ve me interesó vivamente, es la palabra resiliencia, se suele usar en términos psicológicos y significa que antes hechos muy desagradables como pueden ser  la pérdida de seres queridos en catástrofes o desgarraduras importantes que se producen en el ser humano por enfermedades o otras contrariedades importantes, éste lucha por superarlas y en esa lucha sale fortalecido pues  valora otros aspectos de la vida que no había tenido en cuenta y que sin duda son los importantes.

A pesar de la enfermedad y por gracia de la Prednisona (corticosteroide) me sentía eufórico y muy hablador, además de madrugador, siempre digo que el plasma que me han puesto debe ser de un madrugador pues he cambiado radicalmente mis costumbres en cuanto al sueño, he pasado de ser un trasnochador a levantarme antes de las seis de la mañana y esto me gusta. 

La atención del todo el personal en el Doce de Octubre ha sido excepcional, todo el personal sanitario sin excepción,  desde auxiliares, enfermeras y médicos se han portado maravillosamente conmigo. Es ésta una profesión en la que se nota lo vocacional y la gran mayoría del personal  del Doce de Octubre muestra esta predisposición. 

Otro asunto sería el de las instalaciones, ya que estas dejan mucho que desear, no es de recibo que la planta 10ª donde he estado ingresado tenga el nivel de desidia y deterioro que tiene. Señores gerentes del Hospital Doce de Octubre a mi se me caería la cara de vergüenza si fuese el responsable, y no me digan que no tiene presupuesto, que para dar una mano de pintura no hace falta tanto dinero, es más las empresa de mantenimiento podría hacerlo por el mismo precio que se les paga.

Y el tema de los ascensores roza ya en el esperpento, siempre están colapsados, vamos a ver señores gerentes, el edificio del DOCE es un edificio exento, se podrían poner veinte ascensores nuevos sin ningún problema y con ello se eliminaría el gran problema de logística que tiene actualmente el hospital. El dinero para los ascensores saldría de suprimir más de la mitad de los puestos de celadores del hospital, hay mas celadores que médicos.

El tiempo para hacerme un TAC del tórax duró mas o menos cinco minutos, pues bien desde que salí de mi habitación de la planta 10 hasta que regresé habían pasado hora y media, todo este tiempo fue empleado en el transporte. Me llevaron en cama,  iban parando cada dos por tres, te dejaban en medio de los pasillos, la gente casi no podía pasar, las señoras mayores pasaban a tu lado y apenas miraban, estando en esto se me ocurrió que cuando pasase la próxima señora junto a mi me incorporaría de repente  y le pegaría un susto, no lo hice, pero no fue por falta de ganas. 

Cuando me fue a buscar la celadora le preguntaron que cuando tardaría en hacerme el TAC,  una de las hermanas de mi compañero de habitación respondió por ella, diciendo que un TAC duraba diez minutos, la celadora muy ofendida dijo que la gente estaba muy equivocada con la duración de un TAC ya que si tenían que hacerlo con contraste, se tardaba por cada riñón media hora y otra media hora de preparativos, total hora y media. Conclusión:  las visitas de mi compañero fueron a buscar a mi mujer que había bajado a comer y le dijeron que me habían llevado a hacer un TAC con contraste de los riñones.

A los pies de la cama llevaba todo mi historial, como uno es de natural inquieto me puse a ojearlo y allí me enteré de que el joven médico que me atendió el Dr. Miguel Ángel Sevillano al ingresar puso que yo era un persona joven, subidón de moral, que se me pasó enseguida, al leer a continuación en el informe de la biopsia que el patólogo  consideraba mi edad en setenta años, ocho años más de los que tengo.

 A la vuelta las mismas peripecias paradas en los pasillos y a esperar tu turno para subir al ascensor, yo veía que los que iban en silla de ruedas y que habían llegado después que yo los subían antes que a mí,   llegó un ascensor y subieron a tres de sillas de rueda, llegó otro ascensor y lo mismo, al tercero dije que ya me tocaba a mi, la celadora puso mala cara pero accedió a mi petición.

La primera vez que bajé a la sesión de plasmaféresis me bajaron en silla de ruedas, podía haber bajado perfectamente por mi pie pero el protocolo no lo consentía, al quinto día vienen a buscarme por la mañana, las sesiones anteriores las había tenido por la tarde, y me dice el celador  que tiene que bajarme en la cama, yo muy digno digo que siempre me ha bajado en silla de ruedas y que voy en silla de ruedas, cuando llego, las enfermeras de plasmaféresis se enfadan porque no he ido en la cama, les digo que es que yo siempre he bajado en silla de ruedas y ellas me explican muy amablemente que la máquina que van a utilizar es distinta a la de días anteriores, que esta es de una sola vía y es más cómodo para el paciente que esté en la cama y para ellas ya que de esta forma pueden controlar mejor las posiciones para que la máquina funcione correctamente. 

Pues bien al día siguiente que ya estaba de acuerdo en que tenía que bajar en cama, cuando aparece el celador la enfermera da la orden que se me baje en silla de ruedas. No, yo voy en cama. La enfermera: Pero si tú has ido siempre en silla de ruedas- Ya pero es que ahora conviene que vaya en cama. Con esto quiero decir que las prescripciones y las comunicaciones debe ser claras, concisas, precisas y explicadas, que las apariencias engañan, yo podía haber ido a todos los sitios, no ya sin cama, sino sin silla de ruedas, pero a veces es conveniente no en función de uno sino de los demás hacerlo de otra manera.

En una de las vueltas de la sesión de  plasmaféresis el celador decidió que el camino más rápido era ir en los ascensores para el público, el ascensor iba lleno, el celador  echaba a la gente hacia  dentro  empujando con la silla, una señora mayor  se puso nerviosa y dijo que tenía que bajarse en la segunda y que no se apartaba, yo le dije que no se preocupara que cuando llegásemos a la segunda planta el celador retiraría mi silla y  la dejaría salir. El celador dijo que los enfermos teníamos prioridad y  que yo estaba muy débil porque  me acababan de cambiar un montón de  litros de sangre,  de pronto todo el mundo que iba en el ascensor se solidarizó conmigo y casi linchan a la pobre señora. Al final la señora salió  pidiendo perdón.  Una gitana me decía todo el rato: Hay que ver no parece que esté usted enfermo tiene usted un aspecto muy bueno, es verdad afirmaban todos los que iban en el ascensor. Y es que uno estaría enfermo pero en lo tocante a la ropa procuraba ponerme elegante, de hecho el pijama que llevaba era de Calvin Klein  me lo compró Maribel, para esta ocasión, normalmente no suelo llevar pijamas, pero una cosa es estar enfermo y otra tener que llevar el pijama que te dan en la Seguridad Social. 

He dicho antes que en cuanto a la atención por parte del todo el personal de 12 de Octubre de diez, ahora en cuanto a las instalaciones de la planta 10ª cero. El primer día que me ingresaron me llevaron a una habitación para mi solo,  pero allí no podía recibir visitas porque estaba en la unidad de recién transplantados,  así que el segundo día me llevaron a otra habitación compartida con otro enfermo, el cambio fue brutal, una habitación pequeña llena de gente todas hablando al mismo tiempo y lo peor de todo un desagradable olor a pies. Menos mal que el olor de pies no provenía del enfermo, sino de dos de sus visitas, al menos cuando estas no estaban no olía a pies.

Debido sobre todo al olor a pies me iban a cambiar de habitación, pero, le dije a Amado que si me daban de alta el jueves en vez del viernes no hacia falta que me cambiasen ya que solo estaría esa noche más. Pues así se previó me darían el alta un jueves por la tarde, un poco antes de la salida procederían a quitarme el catéter y me iría para casa. 

Cuando me pusieron el catéter en la vena femoral, a la altura de la ingle, vinieron a la habitación mi  doctora Ana Huerta, la anestesista, la ayudante de la anestesista, una MIR, un MIR y una enfermera, a cual más guapa por cierto, no tuve menos que evocar  a Don Quijote y decir aquello: Nunca hubo caballero de damas tan bien servido.  Y es que en verdad tenían todas unos ojos preciosos, el chico tampoco estaba mal pero eso a mi no me competía y así se lo hice saber.

Para quitarle solemnidad al asunto y quitarme yo también de paso un poco el miedo, el vecino de mi habitación me había dicho  que eso dolía bastante, me puse a evocar a Serrat y dije aquello de que al techo de la habitación no le iría nada mal una mano de pintura. Y por supuesto les dije que daba gusto verse atendido por unas chicas que tenían los ojos tan bonitos.  Lo cierto es que se creó un clima muy agradable y apenas me dolió la conexión del catéter a mi vena femoral. 

Nadie daba importancia el hecho de quitar el catéter, yo tampoco se lo dí y menos cuando solo vino una enfermera a quitármelo,  me dijo textualmente: Aprietas con el dedo. Si te sangra un poco, aprietas más fuerte y así estás durante veinte minutos. Juro que fue lo que hice.

Me puse todo elegante para salir, mi hijo Gonzalo se fue a buscar el coche al parking para que cuando saliese estar en la puerta esperándome. Ya me disponía a salir de la habitación para que me quitasen la vía del brazo, cuando de pronto estando en el aseo dándome los últimos retoques, sentí un calor intenso en el muslo e inmediatamente salió un chorro de sangre propulsada por el orificio donde había estado el catéter. Todo sucedió en  segundos, mi mujer salió a pedir auxilio y en ese momento pasaba por la puerta la enfermera que me lo había quitado. Enseguida se llenó la habitación de médicos y enfermeras con el consiguiente revuelo en la planta 10ª, ya que las visitas mías y las de mi vecino de  habitación se encontraban dentro y habían visto el reguero de sangre.

El pantalón que acababa de estrenar, los calzoncillos,  las sabanas, el colchón,  el suelo todo estaba empapado de sangre, y resultaba muy escandaloso. Bromeé con los médicos y enfermeras que me atendían, alguien preguntó qué hacía con los calzoncillos que estaban completamente empapados de sangre y le dije que no se preocupase que los tirase. Es que una lástima, respondió, son de Emilio Tucci. No te preocupes si los he comprado con el 70% de descuento, y era verdad. El pantalón lo había comprado también con el 70%,  pero este después de varios lavados ha quedado sin manchas.

Yo pretendía relajar el ambiente y les dije que no iba a presumir yo nada de la cornada que había tenido en la femoral, pues la cicatriz ya la tenia de cuando me rompí la cadera y aunque era en la otra pierna, yo contaría que me había cogido un toro y que las enfermeras que me atendían no me habían hecho ni puñetero caso, que casi me desangré, cosa que era todo lo contrario de lo que me estaba sucediendo, pues las enfermeras y los médicos, en especial el Dr. Eduardo Gutiérrez y la Doctora Ana Huerta, se desvivían por atenderme.

La verdad es que me atendieron muy bien, enseguida limpiaron toda la sangre, me pusieron sabanas limpias y me plastificaron el muslo como si fuese un jamón de pata negra, me transfundieron sangre y vitamina K y me dijeron que reposase unas dos horas y,  que si todo iba bien saldría esa misma tarde.

A las dos horas empecé otra vez con el protocolo para salir, me puse a pasear por los pasillos y cuando vi que todo iba bien, me dispuse a vestirme para salir. A todo esto yo estaba nervioso por mi hijo Gonzalo que había quedado con mi hijo  Javier, con Ana mi nuera y  mi nieto Mario, que venían directamente de París para ir a un concierto de Rosendo en un teatro de la Gran Vía y  que si se retrasaba la salida, él se quedaría sin ver el concierto. Me quedaba más tranquilo si se iba al concierto y le dije que se fuese con el coche, que su madre y yo nos iríamos en un taxi. Pero resulta que la ropa que tenia se la llevó en el coche y no tenia otra para ponerme, bueno, saldría del Hospital en pijama, al fin y al cabo el pijama era del Calvin Klein.




Pero cuando iba a proceder a vestirme, antes me habían quitado la vía del brazo, observé que el orificio de catéter estaba sangrando de nuevo, ya si que no podría salir esa tarde del jueves, día diecisiete de mayo. Resultado inmovilización total durante doce horas y a esperar que se taponase el dichosa agujerito del catéter.

Esa noche era la una  y en mi habitación se encontraban, mi mujer, la mujer del compañero de habitación, su hermana y un hermano que no se hablaban con su mujer.  La mujer había ocupado el sillón que estaba a la cabecera de mi cama  y su hermana el otro sillón que estaba a los pies, y mientras tanto, mi mujer se encontraba de pie trabajando con el ordenador. Yo me estaba empezando a violentar viendo que pasaba el tiempo y que ninguna de las dos se levantaba y cedía el sillón a mi mujer. Hubo un momento que salieron las dos hermanos y entonces Maribel aprovechó para sentarse en el sillón que estaba en mi cabecera.

Volvieron los dos hermanos y sobre todo el varón, que tenia una voz de barítono no paraba de hablar, yo intentaba hacerme el dormido para hacerles ver que estaban molestando, pero ni a la de tres se daban por enterado. Cometí el error, ante una pregunta que hizo, de responderle. Se puso a los pies de mi cama y la movía con sus potentes manos, el tío estaba cuadrado, mientras me decía: Señor Andrés con lo bien que estaba usted esta mañana, y ahora está usted aquí sin poderse levantar, y así una y otra vez. Yo estaba desesperado porque a todo esto, cada vez que terminaba una frase le salía un ronquido muy desagradable.

A todo esto había que añadir el insoportable olor a pies de la mujer de mi compañero. Por fin entró una enfermera hacia las dos y les dijo que a esas horas no podía haber tanta gente en la habitación, aún así no se sentían  aludidos y ninguno de los tres hacia intención de marcharse, cuando vieron que yo ponía mala cara al fin se marchó el hermano, la hermana ocupó el sillón que estaba a los pies y la mujer se sentó en un reposa pies al otro lado de la cama de su marido, al menos el mal olor se había retirado un poco, aunque no demasiado. 

Con todo mi paso por el hospital ha resultado muy positivo, uno se ha sentido querido y muy bien tratado por médicos y enfermeras, se nota que estas profesiones son vocacionales y  se les ve a todos ellos una predisposición especial en el trato con los pacientes. Me he sentido muy querido por mi familia y amigos, aunque los corticosteroides,  a veces, me hacían decir cosas desagradables a la gente querida. 

Uno se ha sentido en solidaridad con los pacientes del planta 10ª, sobre todo y a pesar de todo con mi vecino de habitación Juan Carlos, que ha rechazado el trasplante de riñón que le hicieron hace cinco años y tenía dolencias que no sabían muy bien a que se debían. Con Carlos que estaba en la habitación de enfrente y es amigo de Antonio Sanz ex de Marca, que no solo estaba esperando un trasplante de riñón, sino también de hígado y siempre estaba de buen humor y bromeaba sobre cual trasplante sería el primero, yo le decía que no tuviese miramientos que el primero que llegase. De Jaime, un joven sevillano fuerte y apuesto que fue trasplantado la semana siguiente de abandonar yo el hospital. 

Hubo un momento mágico, estando Carlos, Jaime y yo el en hall de la planta 10ª, mientras nos limpiaban las habitaciones, tenía el libro de poesías, Segunda Oscuridad, de Andrés Trapiello, que me acababa de regalar mi hijo Gonzalo. Precioso título lo de Segunda Oscuridad, referido a que en los sitios que no se conocen la noche tiene una doble oscuridad.

Cada vez siento más afinidad entre lo que escribe Andrés Trapiello y lo que siento. No había leído nada de su poesía, las circunstancias han querido que llegasen al mismo tiempo dos de sus libros de poesía: El Volador de Cometas y Segunda oscuridad. Este último es un prodigio de sensibilidad, aunque destacaría, junto con la de Niños en la calleja, la de las Tres gracias, Lilas fuera del tiempo, Gorriones del rastro.  Y la de Mota de polvo, si hasta parece que el último verso, "Andrés escribe: Andrés, mota de polvo" lo hubiera escrito yo, más que nada porque me llamo Andrés, ya quisiera uno escribir como lo hace Trapiello. Aunque me conformo con tener el inmenso privilegio de sentir su poesía.
Gracias, muchísimas gracias Andrés Trapiello por sentir tan bien, él repite siempre el dicho de Cervantes: Quien sabe sentir sabe decir.
 

Pues bien, al tener el libro en las manos no pude por menos que leerles en voz alta la última poesía del libro: Niños en la calleja.  "¿Verdad que este camino no da miedo? Y por un momento nos creímos que el camino que nos esperaba, a pesar de nuestra  enfermedad, no daba miedo y así nos lo hicimos saber los tres, por un momento no  sentimos miedo sino una inmensa paz interior. 



Andrés Gómez Ciriaco.  


NIÑOS EN LA CALLEJA
Los oímos llegar por la calleja,
pequeños, tres o cuatro,
igual que los corderos rezagados
cuando entra la noche, entre dos luces.
La charla que traían, las esquilas,
eran del mismo cobre. Simulaban
acaso ser adultos por lo serios
que venían tratando sus ingenuos negocios.
Se creían a salvo estando solos,
se creían mejores caminando,
se creían felices en lo desconocido.
Al llegar al laurel que angosta y ensombrece
con sus verdes más negros los portillos
se percibió su duda. El más audaz,
de no más de diez años, sacó pecho
y fingiendo valor mandó seguir.
Podíamos oír su aliento incluso
desde el viejo jardín, y sin ser vistos
contuvimos nuestra respiración
como hubiéramos hecho ante lo esquivo
de un silvestre animal o tal revelación
oída por azar tras de una puerta.
Reemprendieron la marcha, y el más chico,
el recental, fingiendo indiferencia
como su capitán fingió valor, le dijo:
«¿Verdad que este camino no da miedo?».
Oímos que su charla se alejaba
todavía más íntima. El silencio volvió
a este oscuro rincón de Extremadura
y leyendo seguimos cada cual nuestro libro
o fingiendo nosotros que leíamos,
exhaustas ya las luces del crepúsculo.
A la primera estrella fugaz que vea esta noche
le pediré eso mismo: alguien que al lado,
cuando llegue el momento de partir,
me asegure fingiendo que el camino
no puede darme miedo, y yo lo crea.  

Última poesía del libro Segunda Oscuridad
De Andrés Trapiello