¡Ay! Fuente de la Amapola
donde iban las lavanderas
a cuestas con sus tristezas
y pesados cestos de ropa
sobre sus frágiles cabezas.
Lavanderas de mi infancia
y de mi juventud primera
para tan poca ganancia
¡qué vida tan dura era!
El cesto grande, muy grande
pocas, muy pocas las fuerzas
largo, demasiado largo el viaje
flojas, muy flojas las piernas
Y a ti, querida, Eufrasia,
lavandera fiel de mi casa
sencilla, laboriosa, necesaria
mi reconocimiento y estima
a ti, y a todas las lavanderas
lavanderas de mi infancia
Quisiera volver ahora,
recobrar aquellos olores
a ropa limpia y soleada,
recibiendo a la aurora,
escuchar los ruiseñores,
al sentir la madrugada.
Fuente de la Amapola
por lavanderas sufridas,
otrora alegre y concurrida,
hoy tan silenciosa y sola
Andrés Gómez Ciriaco
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