jueves, 18 de diciembre de 2008

UN MONROYEGO EN ESTADOS UNIDOS (II)
























































































































El pasado 25 de junio, colocaba con este mismo título una entrada en el blog. Pues bien, el amigo Julio ha contestado a los comentarios de entonces y además ha enviado las fotografías que están aquí colocadas más arriba.

(Pinchar aquí ver el comentario de Julio)


El Domingo, Maribel, que se había pasado toda la tarde buscando fotografías entre los numerosos álbumes que tenemos de nuestros hijos, encontró ésta y me la dejó dentro de mi cartera.





Al ver la fotografía me acordé de Julio y me extrañó de que no nos hubiera dicho nada sobre nuestros comentarios a aquella entrada y que sería bueno enviarle la fotografía, pues en ella están Domi Y Jesús, dos de los amigos con los que jugaba de pequeño.



El lunes a llegar a la oficina y abrir el correo electrónico, estaba uno de Julio en el que me anunciaba el comentario que había dejado en el blog y me enviaba fotografías de cuando estaba en Monroy.



Se trata sin duda de una simple casualidad, pero no deja tener su aquel, que prácticamente a la misma hora que Julio estaba mandando su correo, desde un lugar próximo a las cataratas del Niágara, mi mujer hubiera encontrado en Madrid, la fotografía en la que aparecen junto a mí, dos de los amigos que le habían acompañado durante su infancia en Monroy.



También me ha comentado Julio, que un hijo de su prima Maxi, (debe ser la niña que aparece en una de las fotografías) que vive en Badalona, hace más a menos un mes le escribió un correo, ya que cuando leyó el primer comentario que mandó Julio a este blog, se intrigó cuando mencionaba a sus propios abuelos y le preguntaba si podían ser familia, ahora están en contacto los dos.

1 comentario:

un loro dijo...

Felices fiestas Andrés. Acabo de leer este delicioso texto y sus imágenes junto a mi padre...
No se le puede pedir más cosas al tiempo. Solo tiempo para dominar al tiempo. Solo tiempo para detener al tiempo. Y de eso Guadalupe con sus fantásticas fotografías sabe ochocientas cincuenta y cuatro veces.
Un abrazo. Es un placer leerte.