Fotografía año 1967: Un servidor, Emilio Méndez y Tomás (ambos estudiantes de Física e inseparables), Fernando Casillas y Carmen su mujer, entonces novia.
En mi entrada anterior contaba como cuando supe la calle donde tenia que llevar un libro, me asaltó una especie de inquietud y desasosiego, la calle me sonaba mucho pero no sabía bien el porqué.
Resulta que en esa misma calle, hace casi cincuenta
años, uno sufrió acoso sexual por parte de una persona de total confianza, era
tal la confianza, que uno en su ingenuidad, hasta pasados unos años no supo
interpretar que lo que había sufrido era intentos de abusos sexuales.
Este señor era una especie de director
espiritual, nos daba clase de valores humanos, estaba casado y tenia cinco o
seis hijos, me citó en su casa a tomar café un domingo, después de decirle que
había una chica que estaba detrás de mí, y que a mi no me gustaba, la chica
había ido a visitar a mi madre varias veces y yo no sabía como quitármela de
encima, incluso ese día se empeñó en
acompañarme.
Tomamos café con su mujer y algunos
de sus hijos, y al cabo de un rato me pidió que fuésemos a su despacho, la
chica se quedó con su mujer.
Yo iba confiado en que me iba dar consejos sobre
como desengañar a la chica, pero él debió de tomarse lo de que no me gustara
esa chica en particular, porque no me gustaban las chicas en general, y en la
intimidad de su despacho me pidió que me bajase los pantalones y empezó a
tocarme, no sé como lo envolvería, con que palabrería, era un gran orador, que
yo llegué a creerme que era una terapia para vencer mi timidez, la cosa no
llegó a más porque a mi en ningún momento me produjo el menor estimulo, todo lo
contrario, y él debió entender de que no había nada que hacer.
Susurraba que yo debía sentirme muy orgulloso al
mirarme en el espejo, que era un chico muy sensible, que debería tener mayor
autoestima, que me desinhibiera, yo esto me lo tomaba por la parte positiva,
pensando que lo hacía para comprobar que no era homosexual, como una terapia,
nunca pensando que en realidad el que era homosexual era él.
He dicho susurraba, hoy creo más bien, que lo que
hacía era jadear y me viene a la mente que le olía mal, muy mal el aliento.
Afortunadamente esta ingenuidad mía me salvó de
sufrir un gran desengaño, yo salí de allí sin ningún resquemor, fue muchos años
después cuando uno se enteró de que un sacerdote, también del círculo de este
señor fue condenado por pederastia, uno sufrió tal desengaño a pesar de que ya
había perdido la fe, que se le abrió la mente.
El sacerdote en cuestión era el prototipo de
místico y entregado, muy espiritual, intelectual, secretario del Arzobispado de
Madrid, profesor de francés en el Seminario, muy culto y refinado.
Una vez a la semana teníamos visita eucarística
nocturna, dirigidos por él en la
Iglesia de las Clarisas de General Ricardos, entonces Parroquia de la Virgen de
las Gracias, donde se había constituido un club parroquial que gozaba de gran
dinamismo e interesantes apuestas por lo cultural, deportivo, el ocio y
naturalmente lo religioso.
Si me hubieran preguntado quien era el mejor
sacerdote que había conocido sin dudar diría que era él, Don Rafael.
Un buen día viniendo de trabajar oyendo la radio, escuché que un sacerdote
llamado Rafael Sanz Nieto, había sido acusado de pederastia, fue tal el impacto
de la noticia que aparqué en el arcén, y llamé inmediatamente a mi amigo Manolo
Figueras, en la confianza de que me desmentiría que nuestro Don Rafael no tenía esos apellidos, que
estaba equivocado. Pero si que era
nuestro Don Rafael y tanto a Manolo como a mí nos dio una gran tristeza.
Uno desde su más tierna infancia
ha sido educado, mas que educado, ha estado inmerso en un ambiente donde la religión
católica, apostólica y romana lo copaba todo.
Mi madre era muy religiosa y me
inculcó su fe, me gustaban mucho todos los ritos y liturgias que había
alrededor de la religión:
Las procesiones, recuerdo con
gran cariño la procesión de la aurora y el cántico “entre todas las mujeres” o
la del Silencio del viernes de Dolores cuando la acompañábamos con los
farolinos hechos ex profesos para la procesión.
Los villancicos por Navidad
cantados desde el coro, al mismo tiempo que iniciábamos el besamanos del niño
Jesús que sujetaba el sacerdote al terminar la misa.
Las Purificás y ese ambiente de
epifanía que se respiraba el 2 de febrero en todo el pueblo y en particular en
mi casa cuando mi hermana Puri, era la protagonista principal, pues, ella era
la de la Pandereta.
Rezaba todos los días con mi madre, mientras ella cosía, el rosario, lo
llevaba yo y me sabia de memoria todos los misterios y letanías, e incluso en
algún momento cuando tenia doce años me planteé la posibilidad de ir al
seminario.
Este era el ambiente en que yo me
había criado, y claro está si uno
confía en su entorno no tiene por qué dudar de las consignas que se le
inculcan y lo normal es que las acepte y las haga suyas.
Cuando llegué a Madrid, con
dieciséis años recién cumplidos seguí con mis convicciones religiosas, antes
había estado más de un año en Rentería y aunque iba a misa todos los domingos y
fiestas de guardar no recuerdo haberme confesado.
Nada mas llegar a Madrid, ya con
mi madre al lado, me confesé, no con un cura de la ribera, como dice la
bonita canción, sino con uno chapado a la antigua de la parroquia de San Roque,
que era la que me correspondía. La confesión fue dramática, un cura iracundo
diciéndome que me iba a condenar, que me quedaría ciego, que era un pecador
empedernido, un pecador casi irredento, que estaba arruinando mi vida. Fue el
tal varapalo que recibí que deje ipso
facto, de hacer, lo que por otro lado, era lo más natural cuando se tienen
dieciséis años y uno está sano y tiene las hormonas en su sitio.
Me ayudó bastante a conseguirlo
el deporte, entré a formar parte del equipo de baloncesto del club
parroquial Virgen de las Gracias, y aunque no era nada bueno como
jugador, si que me entregaba en los entrenamientos que me servían para gastar las energías propias de la edad, nos
duchábamos con agua fría, esta costumbre la seguí practicando durante mucho más
tiempo, sobre todo desde que leí Camino del ínclito Monseñor Escribá de
Balaguer (otro que tal baila) y recomendaba las duchas de agua fría para evitar
la tentación de Onán.
En el equipo de baloncesto tuve
el honor de tener como compañeros a Guillermo Rodríguez Mingorance, pintor que
fue galardonado con el Premio Nacional de Pintura y con Emilio Méndez premio Príncipe de Asturias en 1998 de
Investigación Científica y Técnica. Emilio también formaba parte de los
adoradores nocturnos que íbamos con Don Rafael.
Recalé en el Club Virgen de las
Gracias, gracias y valga la
redundancia, a Manolo Figueras, que le conocí en Crédito Editorial Hernando en
la calle Carretas, cuando comencé a trabajar, en el mes de Febrero de
1966, de aspirante a auxiliar
administrativo, no se podía ser auxiliar hasta los 18 años.
Manolo vivía en Carabanchel, en
la Colonia de Hermandades del Trabajo que daba nombre a la Parroquia, como yo
vivía cerca me invitó a ir a club y de ahí nació una bonita amistad que aún
perdura, enseguida congeniamos y fui admitido en su panda de amigos que estaba
formada, por Santiago Lería, Justo Santos y Miguel Muñoz (q.e.p.d) formando un
grupo muy unido, autodenominado los Indomables.
Yo fui el nexo de unión por el
que Santiago conoció a Tere, hermana de Telesforo nuestro alcalde, ya que la llevé al club y allí se
conocieron y están juntos hasta hoy. También gracias al Club conocí a Maribel,
vivía al lado, y también continuamos juntos hasta hoy.
El ambiente que se vivía en el
Club era muy sano, quizás demasiado, teníamos nuestra misa yeyé, nuestros
guateques los domingos, nuestras Aulas Poéticas, nuestras escalas en HIFI, Teatro,
excursiones culturales y recreativas, y nuestras clases de valores humanos
impartidas por él, por un lado muy didáctico y entusiasta profesor, y por otro
lado por un inimaginable e impensable pederasta.
En este ambiente formamos un
grupo de elite dentro del club, que hoy
lo considero demasiado espiritual y alejado de los problemas del nuestro
entorno, éramos todos de comunión diaria, visto con la perspectiva que tengo
ahora éramos un poco meapilas, no queríamos mezclarnos con nuestro entorno no
fuera a contaminarnos, uno echaba de menos un poco de rebeldía y de solidaridad
con los problemas de los demás.
Pues bien en estas circunstancias
fue cuando uno se vio involucrado en el asunto que he relatado al principio, y
claro está uno en este ambiente no se podía imaginar por lo más remoto que
alguien al que admiraba, al que le consideraba
una autoridad moral y cultural podía pensar que fuese un ser que tuviera
inclinaciones perversas.
Y gracias a mi pureza de
pensamiento, a mi ingenuidad este episodio no hizo ninguna mella en mí, seguí
siendo un ser confiado y quedó olvidado, al menos conscientemente, hasta el
fatídico día en el que escuché en la radio que un sacerdote había sido
condenado por abusar de menores en una parroquia de Aluche, y este, no era otro
que mi querido Don Rafael.
El hecho, de que Lola me enviase
un correo, pidiéndome ayuda para
encontrar un libro sobre Monroy, que aliviara la vida a una querida amiga suya,
amiga que resultó ser la tía de mi amigo de la infancia Crispín, me ha
llevado además a la calle en la que un
día alguien intentó cargarse la bendita inocencia de un adolescente, pero que
afortunadamente no lo consiguió.
Por cierto la calle es Federico
Mayo, situada también en una colonia de Hermandades del Trabajo, la colonia
Eijo Garay. Hermandades del Trabajo hizo en su día una gran labor social,
construyendo viviendas baratas y fundando filiales de los Institutos de
Enseñanza Media en los barrios de Madrid,
fue fundada por Don Abundio, sacerdote
natural de Jaraicejo, también eran muy conocidas en Madrid por ser la
propietaria de las Piscinas de San
Miguel, famosas por la separación de sexos, los hombres en una piscina y las
mujeres en otra.
En alguna de las entradas de este
blog he argumentado que la pederastia se producía, a mi modesto entender, en
alto grado en la Iglesia Católica como
consecuencia de la represión debida al celibato, puede ser una de las causas,
pero en el caso que nos ocupa el pederasta estaba casado y tenia hijos ¿Cuál
sería el motivo? La homosexualidad reprimida tal vez. Afortunadamente ahora en
el mundo occidental, la homosexualidad se empieza a considerar como lo que es,
una opción del individuo tan natural como la heterosexualidad y nadie debería
fingir sus gustos sexuales.
¿Qué culpa tengo yo de que no me guste el queso? ¿A quién hago
mal porque no me guste? Pues por la misma razón ¿Qué culpa tiene un hombre de que no le gusten las mujeres o que
una mujer no le gusten los hombres? Suelen decir que no es natural. Pues amigos míos, lo natural es lo que sucede
en la naturaleza, y en ésta hay gustos
para todos y siempre que no se haga daño a terceros y las relaciones sean
consentidas, a nadie le debería importar la inclinación sexual de cada cual.
Pero la pederastia es otra cosa
se hace daño y mucho a seres indefensos y vulnerables.
Por hoy ya está bien, ya iré contado mi evolución de pasar
de ser un meapilas a ser un escéptico total en materia religiosa, quizás
episodios de este tipo le hicieron a uno alejarse poco a poco de la religión,
pero sobre todo la causa primordial fue
el descubrimiento de los grandes pensadores del Siglo de las luces, con
Voltaire a la cabeza.