Uno, que ya va siendo mayor, aunque me cueste reconocerlo, se acordó ayer de cuando España ganó la Eurocopa contra Rusia, mejor dicho, contra la U.R.S.S., en 1964, aquella final que no pudo ver por televisión, aunque en el bar de sus padres había una, hubo una tormenta y se fue la luz en todo el pueblo, tampoco la escuchó por la radio, los transistores aún no habían llegado, y los aparatos de radio sólo funcionaban con la corriente eléctrica ¿Os podéis imaginar la frustración de un chico de 14 años, si ayer, por una tormenta, no hubiera podido ver ni escuchar el partido entre España y Alemania?
Pues esa misma frustración fue la que yo sentí, menos mal que al día siguiente dieron todo el partido en diferido y pude escuchar y ver el famoso gol de Marcelino, que nos dio la victoria ante la rusos, que, según las consignas al uso de la época, eran lo peor debido a su régimen político, sin lugar a dudas totalitario, pero no menos totalitario que el que sufríamos los españoles.
Uno, que ya es abuelo aunque sigue creyendo que tiene la misma ilusión de cuando era niño, ayer se acordó también de su primera frustración con la Selección Española. Fue en el Mundial de Chile, en 1962, y aunque estaba recién estrenada la televisión en el Bar de sus padres, las transmisiones entonces, por cuestiones técnicas, no se podían hacer en directo entre continentes, no había más remedio que conformarse con escucharlas a través de la radio, eso sí todos juntos, como hoy vemos la televisión.
Uno se acuerda de lo que decía por los micrófonos de Radio Nacional, cuando Adelardo adelantó a la selección española marcando un gol ante Brasil, el celebre locutor Don Matías Prat, dijo más o menos: Adelardo vuelve a hacer historia, como ya hicieron sus paisanos los conquistadores extremeños por estas latitudes. Imaginaros la escena: siete u ocho niños extremeños entre los doce y trece años, oyendo en casa de sus amigos que mejor jugaban al fútbol en el pueblo, los hermanos Plaza, Antonio y José Luis, que un paisano suyo volvía a hacer historia, se le comparaba con los conquistadores, había marcado un gol ante la poderosa Brasil, era el no va más, a Adelardo le anularon otro gol, que al parecer había sido legal, lo que había empezado bien acabó mal, Brasil terminaría ganando por tres a uno, a duras penas pudimos aguantar las lágrimas, entonces nos decían que los hombres no podían llorar, que eso era cosa de mujeres.
En la presentación del libro Sentimiento Atlético, que escribieron juntos José Miguélez y mi hijo Javier, tuve ocasión de contarle a Adelardo esta anécdota, por la expresión de su cara, deduje que le hacía feliz el recuerdo de aquella efeméride contada desde el punto de vista de un niño extremeño.
Ayer uno también se acordó del no gol de Cardeñosa, también ante Brasil, en el Mundial de Argentina, 1978, me puse tan nervioso que me levanté cuando éste se disponía a tirar y lo que hice fue desconectar la televisión y no supe si había entrado el balón o no, parecía una película de suspense, y el balón, una vez más, no había entrado.
O el gol de Michel, también ante Brasil en el Mundial de Méjico del 86, cuando el árbitro no quiso concedernos el gol, el balón después de dar en el larguero traspasó totalmente la línea de meta. O la eliminación por penaltis contra Corea en su Mundial y el lamentable arbitraje del egipcio que nos anuló un gol impecable de Baraja y otro de Morientes.
Pues esa misma frustración fue la que yo sentí, menos mal que al día siguiente dieron todo el partido en diferido y pude escuchar y ver el famoso gol de Marcelino, que nos dio la victoria ante la rusos, que, según las consignas al uso de la época, eran lo peor debido a su régimen político, sin lugar a dudas totalitario, pero no menos totalitario que el que sufríamos los españoles.
Uno, que ya es abuelo aunque sigue creyendo que tiene la misma ilusión de cuando era niño, ayer se acordó también de su primera frustración con la Selección Española. Fue en el Mundial de Chile, en 1962, y aunque estaba recién estrenada la televisión en el Bar de sus padres, las transmisiones entonces, por cuestiones técnicas, no se podían hacer en directo entre continentes, no había más remedio que conformarse con escucharlas a través de la radio, eso sí todos juntos, como hoy vemos la televisión.
Uno se acuerda de lo que decía por los micrófonos de Radio Nacional, cuando Adelardo adelantó a la selección española marcando un gol ante Brasil, el celebre locutor Don Matías Prat, dijo más o menos: Adelardo vuelve a hacer historia, como ya hicieron sus paisanos los conquistadores extremeños por estas latitudes. Imaginaros la escena: siete u ocho niños extremeños entre los doce y trece años, oyendo en casa de sus amigos que mejor jugaban al fútbol en el pueblo, los hermanos Plaza, Antonio y José Luis, que un paisano suyo volvía a hacer historia, se le comparaba con los conquistadores, había marcado un gol ante la poderosa Brasil, era el no va más, a Adelardo le anularon otro gol, que al parecer había sido legal, lo que había empezado bien acabó mal, Brasil terminaría ganando por tres a uno, a duras penas pudimos aguantar las lágrimas, entonces nos decían que los hombres no podían llorar, que eso era cosa de mujeres.
En la presentación del libro Sentimiento Atlético, que escribieron juntos José Miguélez y mi hijo Javier, tuve ocasión de contarle a Adelardo esta anécdota, por la expresión de su cara, deduje que le hacía feliz el recuerdo de aquella efeméride contada desde el punto de vista de un niño extremeño.
Ayer uno también se acordó del no gol de Cardeñosa, también ante Brasil, en el Mundial de Argentina, 1978, me puse tan nervioso que me levanté cuando éste se disponía a tirar y lo que hice fue desconectar la televisión y no supe si había entrado el balón o no, parecía una película de suspense, y el balón, una vez más, no había entrado.
O el gol de Michel, también ante Brasil en el Mundial de Méjico del 86, cuando el árbitro no quiso concedernos el gol, el balón después de dar en el larguero traspasó totalmente la línea de meta. O la eliminación por penaltis contra Corea en su Mundial y el lamentable arbitraje del egipcio que nos anuló un gol impecable de Baraja y otro de Morientes.
Y me acordé de la decepcionante actuación de España en su Mundial de 1982, cuando después de haber conseguido unas magníficas entradas de preferencia para ver, lo que por pura lógica debió ser una semifinal con España de protagonista, la semifinal la jugaron, en el Calderón, Francia y Alemania, y que me dio tanta rabia que las entradas quedaron sin utilizar y no fue nadie a ver el partido.
Uno de mayor y tratando de seguir los sabios consejos del gran escritor Rafael Sánchez Ferlosio, ha pensado más de una vez, que quizás sea una tontería esto de tomar partido por un equipo, que uno sufre mucho y al fin y al cabo a mí que más me da si a los jugadores yo no los conozco, si lo único que uno saca son frustraciones, las alegrías son muy pocas, porque en esta vida se pierde siempre más que se gana, y cómo bien dice Ferlosio si uno se lo propone es más fácil dejar de ser hincha de un equipo que dejar de fumar.
Esto hasta cierto punto lo he conseguido a nivel de club, soy aficionado del Real Madrid desde los diez años y a pesar de ser un equipo campeón, dicen que el mejor club de siglo XX, el nivel de frustración ha sido siempre superior al de las alegrías.
Cuando Fernando Torres llegó al primer equipo del Atlético de Madrid me hice socio de éste, el motivo, aunque mucho no lo entiendan, para mi estaba claro, he visto jugar a Fernando desde que tenía once años, nuestras familias se han ido haciendo amigas, a lo largo de los años que nuestros hijos, Fernando y Gonzalo, jugaron juntos en las categorías inferiores del Atlético. Juntos hemos sufrido un accidente de automóvil viniendo de Barcelona, precisamente el día 30 de abril de 1999, se acababan de proclamar campeones de España de la Nike Cup, el padre de Fernando fue el peor parado. La noche de accidente lo pasé fatal pensando que José Torres pudiera tener afectada la columna vertebral, afortunadamente todo quedó en un susto y la parte afectada fue la clavícula de la que se recuperó. El coche que yo conducía fue declarado siniestro total, viajaba también con nosotros, Flori la madre de Fernando, mi mujer Maribel y Raquel, la madre de Raúl Cámara (amigo Raúl aprovecho la ocasión y te felicito desde aquí por tu ascenso a primera con el Sporting de Gijón).
Siempre digo a todos los forofos, que por mucho que lo sean de un equipo, siempre serán del equipo donde juegue su hijo, con esto quiero darles a entender, que puede haber razones que te llevan a dejar de ser de un equipo, la de un hijo nos parece a todos una razón poderosa, pero también puede ser por amistad, y en este caso me encuentro yo, uno se empieza a sentir como los japoneses que no van con un equipo en concreto, si no que van con el equipo donde juega su jugador favorito.
En todas estas cosas pensaba uno ayer y por más que trataba de somatizar, (cuidado con la otra palabra que dice Resines en Los Serrano, se le parece mucho) los sabios consejos de mi admirado Sánchez Ferlosio, y distanciarme del partido para no ponerme nervioso, no podía, y la verdad es que pensándolo bien a mi no me podía dar igual, aunque estoy en contra de los nacionalismos excluyentes, el español también, por supuesto, jugaba España que es más que un equipo, es una selección, jugaba Fernando Torres, pensaba en mi hijo Javier que estaba retransmitiendo el partido a través de la COPE desde Viena; pensaba en mi hijo David que aunque no le gusta mucho el futbol -es el único que no lo ha practicado de mis cuatro hijos-, se sentiría orgulloso presumiendo, en algún pub de Glasgow, de que su sobrino Mario había sido portada en varios periódicos y revistas posando junto a Fernando Torres; pensaba en mi hijo Carlos, que parece que es muy duro y luego es un sentimental ¡que abrazo tan emocionado nos dimos después del partido! El mismo abrazo emocionado con mi hijo Gonzalo, y es que tanto Carlos como Gonzalo son amigos de Fernando.
Y no, no me podía dar igual, sobre todo cuando marcó Fernando y pensé en todos la frustraciones que a lo largo de mi vida había sufrido con la selección, Fernando, El Niño Torres, nos estaba redimiendo de todos los sinsabores pasados, estaba haciendo justicia, entraba en la historia junto a Marcelino, yo que no soy nada fetichista me puse la camiseta que me había regalado con una dedicatoria personal cuando la anterior Eurocopa de Portugal, otra frustración más, la vivida en Lisboa, cuatro años antes junto a sus padres, el día que nos eliminó Portugal, me acordé de cuando era niño y pensando en todos los niños recordé lo que en algún momento le escribí a Fernando, y pensé que la teoría de Sánchez Ferlosio es buena para cuando se pierde, si se gana es mejor tomar partido con el ganador, sobre todo si éste forma parte de tu entorno.
A Fernando Torres
Fernando, no olvides nunca
la sonrisa de un niño
después de una caricia tuya
La ilusión de los otros
cuando te conozcan
Fernando, si la cosa se pone fea,
cuando la gente se meta contigo
piensa que sube pero luego baja la marea
y mira lo que el poeta nos dice amigo:
“Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.
Si no buscas mas odio que el odio que te tengan.
Si tropiezas al triunfo, si llega tu derrota
y a estos dos impostores los tratas de igual forma”
(Fragmento del poema IF de Ruyard Kipling, el poeta
que tanto le gusta a Petón y que tanto me gusta a mí.)
1 comentario:
Mi querido amigo Andrés, te daré una alineación de Monroy que hizo estragos en su tiempo, lo digo porque este "Lunes de Albillo" estuvo Plaza en nuestra caseta que montamos en Santa Ana, e hicimos una referencia al respecto. Te comento, y con esta gente jugamos "El cinturón de Cáceres" (Vaya partía de mataos): Nano, Emilio, Vicente zapatero, Domi, Julio Casares, Rufino Bernal, Miguel, Plaza, Juanito Casares, Goñi, Montero. Aparte de unos suplentes de lujo que es mejor no nombrar. Yo recuerdo esto porque mi padre (Miguel el Topo) me llevaba a todos los pueblos para ver jugar a esta cuadrilla, lo único que recuerdo es que salíamos de todos sitios a ostias, tengo un vago recuerdo de Malpartida, que me llevaron al autobús diez minutos antes de acabar el partido porque se presentía lo peor, que así ocurrió, pero también recuerdo, que después paramos en Cáceres y me comí un bocata de calamares en el "Bar España" que todavía mis papilas gustativas están disfrutando de aquel delicioso manjar, aquello era el néctar de los dioses, no se bien si por el hambre que llevaba o por los nervios de lo acontecido aquella tarde, pero ese bocata le tengo metido en el tuétano, y hoy en día, todavía estoy chupando de él.
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