Juan Pedro, el Obispo navarro de Plasencia, tuvo a bien enviar a Monroy un coadjutor, hasta entonces nos habíamos bastado y sobrado con el párroco Don Abilio, creo que fue en 1960, cuando llegó a Monroy, recién ordenado sacerdote, Marcelo Blázquez Rodrigo, un serradillano de poco más de veinte años.
Este joven cura iba a revolucionar el pueblo, enseguida comenzó a dar clases de solfeo, creó un coro, una rondalla, hacíamos obras de teatro, nos compró los primeros balones de fútbol de reglamento que conocimos, aquellos que cuando rematabas de cabeza y lo hacías dando por donde se inflaban, te arrancaban de cuajo un mechón de pelos. Mandó poner las primeras porterías que tuvimos en el pueblo, concretamente en las Erillas, las colocó, lo recuerdo muy bien por lo que luego relataré, Ricardo Canelo.
Siempre andaba a la sombra de las muchachas en flor, le gustaba mucho tocar el piano, algunos dicen, que también a las muchachas. Entiendo que querían decir que a las muchachas también les gustaba que les tocase el piano, anda que lo estoy arreglando, bueno, sin ambigüedades ¡Cómo no iban a gustarle a un joven veinteañero las muchachas! Por muy sacerdote que fuese, antes que nada era hombre. Y a la inversa, supongo, que a las chicas también les gustaría, que un joven culto que sabía tocar instrumentos, les tocase algo a ellas, además del piano.
La Iglesia Católica tiene códigos imposibles de cumplir, no se puede llegar virgen al matrimonio, si no es a costa de la salud física y psíquica de los novios. No se puede exigir, indefinidamente, el celibato y la castidad a un hombre o a una mujer, que estén sanos, eso genera a la larga y no tan a la larga, comportamientos perversos, en los índices de pederastia, tan elevados, que se dan en el seno de la Iglesia Católica, creo que tiene mucho que ver, la exigencia de que los sacerdotes deban ser célibes, pues, lo único que se consigue con esto es crear seres obsesionados con el sexo.
Una noche en lugar de dar solfeo, Don Marcelo trajo a clase un aparato de radio para escuchar la retrasmisión de un partido entre el Real Madrid y Barcelona, era una eliminatoria de la Copa de Europa, estábamos todos alrededor de la radio, de pie, lo seguíamos con mucha atención, yo era, como casi todos del Real Madrid, mi primo Vidal, creo que para llevarme la contraria, se hizo del Barcelona.
Mis conocimientos de fútbol eran muy escasos, tanto que cuando Suárez marcó un gol, yo empecé a saltar, y claro cuando los demás me increparon y me llamaron chaquetero, entonces caí en la cuenta y enseguida pedí disculpas, creía que Suárez era del Real Madrid, claro que fue peor el remedio que la enfermedad, luego todos se reían de mi ignorancia.
Ese partido terminó con empate a dos, se jugó un 9 de noviembre de 1960 en Madrid. La vuelta fue en Barcelona el 23 del mismo mes, el resultado 2-1. El Real Madrid sufría su primera eliminación de la Copa de Europa. Decían las crónicas de entonces, que los culpables de que el pentacampeón europeo no siguiera en la competición continental fueron dos árbitros ingleses: Mister Ellis y Mister Leafe. El primero concedió un injusto penalti al Barcelona en el Bernabéu, y en el segundo anuló ¡cuatro goles! al Madrid en el Camp Nou.
El Madrid se vengaría once días después en la liga ganando por 3-5 .
Esta vivencia de la eliminación de Madrid y la injusticia de los árbitros ingleses, conformó, para siempre, mi trayectoria como seguidor de Real Madrid. Muchos suelen argumentar que todos los paletos somos del Real Madrid, yo no se lo discuto. Seremos paletos pero no tontos, pudiendo elegir, sería de necios no ir con un buen equipo, el mejor de mundo en el siglo XX, como luego ha quedado demostrado.
Lo de ser para siempre de un equipo, hoy tengo mis dudas. Mis hijos Javier y Gonzalo han jugado en el Atlético de Madrid en las categorías inferiores, cuando ellos jugaban no tenía ninguna duda y era del equipo de mis hijos y no sólo del equipo, incluso era de todos los equipos de las categorías inferiores del Atlético.
Cuando Fernando Torres empezó a jugar en el primer equipo del Atlético, me hice socio e iba con Fernando, menos cuando éste jugaba contra el Madrid. Pero, en los últimos derbis que jugó Fernando contra el Madrid, me sorprendí yendo con el Atlético, sobre todo en uno que se jugó en el Bernabéu, nos había invitado Joaquín Martorell, el dueño de Bahía la empresa que le representa, a su padre y a mí a asistir con él al encuentro, el del asiento de lado nos increpó porque animábamos a Fernando y le insultó llamándole niñato y algo más fuerte. Le dejé sin argumentos cuando le dije que yo era del Real Madrid, pero que antes, era amigo de Fernando Torres y que el señor que estaba a mi lado era su padre y que teníamos todo el derecho del mundo a animar a Torres, no sólo porque fuésemos allegados, sino porque el derecho a animar lo tiene todo el mundo, y a lo que no hay derecho, es a insultar y menos sin saber quien se tiene a lado.
Creo que también tenía mucho que ver, en este desencuentro circunstancial con el Real Madrid, los rumores de que a mi hijo le habían echado de Marca, por culpa del presidente del Madrid, y que además, se hubieran cargado a Vicente de Bosque gran entrenador y mejor persona.
De Vicente del Bosque tengo una anécdota que lo define como lo buena persona que es. Mi hijo Gonzalo se estuvo probando, cuando era benjamín, en el Real Madrid, un día nos presentamos al entrenamiento y no había nadie. Cuando estábamos consultando los horarios de entrenamiento en el tablón de anuncios de la Ciudad Deportiva, salió Del Bosque y nos preguntó que nos pasaba, le dijimos que el niño no sabía muy bien que día entrenaba, nos pidió que no le culpásemos, que la culpa era de ellos por no haberle dado el horario de entrenamiento por escrito, sobre todos cuando se trataba de niños tan pequeños y con gran humildad nos pidió perdón.
Don Marcelo, aparte de ejercer de cura, de profesor de música, de director de teatro, hacía también de entrenador, formó dos equipos uno con los pequeños hasta los doce o trece años y otro con los mayores, a mí me colocó de defensa central en el equipo de los pequeños, el primer partido que lo jugábamos contra los mayores en la era, en un terreno en cuesta, nos dio unas pequeñas nociones de la demarcación que debíamos ocupar cada uno, y dibujó en el suelo a modo de pizarra la posición de cada jugador. Nos tomábamos tan a rajatabla nuestra posición, que nos colocamos en el campo exactamente igual que el dibujo que había hecho el entrenador, parecíamos, más que jugadores de fútbol, muñecos de futbolín.
Estaba muy ilusionado con el equipo de fútbol, con los balones de cuero y sobre todo con las porterías, nunca las habíamos tenido de madera, antes se señalizaban con piedras cubiertas con las chaquetas de los que jugábamos, por eso el día que se estrenaron, aun sin redes, suponía todo un acontecimiento.
Pero Don Marcelo estimó que las porterías debían ser inauguradas por los chicos mayores y formó dos equipos con ellos, sin darnos bola, nunca mejor dicho, a los pequeños, yo confiaba que luego hubiese un partido entre nosotros, pero el tiempo se echó encima y nos tuvimos que ir a comer.
Mi frustración fue tan grande que en el camino de vuelta no pude más y exploté, le solté muy enojado una sarta de improperios a nuestro bien intencionado cura, le dije que teníamos que jugar todos porque los terrenos donde estaban las porterías eran del pueblo, creo que dije que era de los agricultores del pueblo y que le iba a decir a mi padre, que además de agricultor era hermano del alcalde, que no permitiera jugar al fútbol a nadie si no jugábamos todos, era mi versión infantil adelantada al grito de la transición: Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios.
Ricardo Canelo, que nos acompañaba, porque fue a comprobar si las porterías estaban bien puestas y darles los últimos toques, comentó a Don Marcelo y yo lo oí, “Este Pitachina es muy soberbio” En eso coincidía con mi hermana Paquí, que siempre dijo de mí que era un gran soberbio y es posible que los dos tuvieran razón, pero en realidad era, y a veces lo sigo siendo, creo, que más que soberbio, iracundo, sobre todo en el pronto, cuando pienso que alguien comete una injusticia o no estoy de acuerdo con lo que dice, salto enseguida, luego cuando reflexiono y veo que la gente lo hace sin mala fe pido perdón, me pierden las formas, en el fondo trato de hacer todo lo posible por ser tolerante.
Este joven cura iba a revolucionar el pueblo, enseguida comenzó a dar clases de solfeo, creó un coro, una rondalla, hacíamos obras de teatro, nos compró los primeros balones de fútbol de reglamento que conocimos, aquellos que cuando rematabas de cabeza y lo hacías dando por donde se inflaban, te arrancaban de cuajo un mechón de pelos. Mandó poner las primeras porterías que tuvimos en el pueblo, concretamente en las Erillas, las colocó, lo recuerdo muy bien por lo que luego relataré, Ricardo Canelo.
Siempre andaba a la sombra de las muchachas en flor, le gustaba mucho tocar el piano, algunos dicen, que también a las muchachas. Entiendo que querían decir que a las muchachas también les gustaba que les tocase el piano, anda que lo estoy arreglando, bueno, sin ambigüedades ¡Cómo no iban a gustarle a un joven veinteañero las muchachas! Por muy sacerdote que fuese, antes que nada era hombre. Y a la inversa, supongo, que a las chicas también les gustaría, que un joven culto que sabía tocar instrumentos, les tocase algo a ellas, además del piano.
La Iglesia Católica tiene códigos imposibles de cumplir, no se puede llegar virgen al matrimonio, si no es a costa de la salud física y psíquica de los novios. No se puede exigir, indefinidamente, el celibato y la castidad a un hombre o a una mujer, que estén sanos, eso genera a la larga y no tan a la larga, comportamientos perversos, en los índices de pederastia, tan elevados, que se dan en el seno de la Iglesia Católica, creo que tiene mucho que ver, la exigencia de que los sacerdotes deban ser célibes, pues, lo único que se consigue con esto es crear seres obsesionados con el sexo.
Una noche en lugar de dar solfeo, Don Marcelo trajo a clase un aparato de radio para escuchar la retrasmisión de un partido entre el Real Madrid y Barcelona, era una eliminatoria de la Copa de Europa, estábamos todos alrededor de la radio, de pie, lo seguíamos con mucha atención, yo era, como casi todos del Real Madrid, mi primo Vidal, creo que para llevarme la contraria, se hizo del Barcelona.
Mis conocimientos de fútbol eran muy escasos, tanto que cuando Suárez marcó un gol, yo empecé a saltar, y claro cuando los demás me increparon y me llamaron chaquetero, entonces caí en la cuenta y enseguida pedí disculpas, creía que Suárez era del Real Madrid, claro que fue peor el remedio que la enfermedad, luego todos se reían de mi ignorancia.
Ese partido terminó con empate a dos, se jugó un 9 de noviembre de 1960 en Madrid. La vuelta fue en Barcelona el 23 del mismo mes, el resultado 2-1. El Real Madrid sufría su primera eliminación de la Copa de Europa. Decían las crónicas de entonces, que los culpables de que el pentacampeón europeo no siguiera en la competición continental fueron dos árbitros ingleses: Mister Ellis y Mister Leafe. El primero concedió un injusto penalti al Barcelona en el Bernabéu, y en el segundo anuló ¡cuatro goles! al Madrid en el Camp Nou.
El Madrid se vengaría once días después en la liga ganando por 3-5 .
Esta vivencia de la eliminación de Madrid y la injusticia de los árbitros ingleses, conformó, para siempre, mi trayectoria como seguidor de Real Madrid. Muchos suelen argumentar que todos los paletos somos del Real Madrid, yo no se lo discuto. Seremos paletos pero no tontos, pudiendo elegir, sería de necios no ir con un buen equipo, el mejor de mundo en el siglo XX, como luego ha quedado demostrado.
Lo de ser para siempre de un equipo, hoy tengo mis dudas. Mis hijos Javier y Gonzalo han jugado en el Atlético de Madrid en las categorías inferiores, cuando ellos jugaban no tenía ninguna duda y era del equipo de mis hijos y no sólo del equipo, incluso era de todos los equipos de las categorías inferiores del Atlético.
Cuando Fernando Torres empezó a jugar en el primer equipo del Atlético, me hice socio e iba con Fernando, menos cuando éste jugaba contra el Madrid. Pero, en los últimos derbis que jugó Fernando contra el Madrid, me sorprendí yendo con el Atlético, sobre todo en uno que se jugó en el Bernabéu, nos había invitado Joaquín Martorell, el dueño de Bahía la empresa que le representa, a su padre y a mí a asistir con él al encuentro, el del asiento de lado nos increpó porque animábamos a Fernando y le insultó llamándole niñato y algo más fuerte. Le dejé sin argumentos cuando le dije que yo era del Real Madrid, pero que antes, era amigo de Fernando Torres y que el señor que estaba a mi lado era su padre y que teníamos todo el derecho del mundo a animar a Torres, no sólo porque fuésemos allegados, sino porque el derecho a animar lo tiene todo el mundo, y a lo que no hay derecho, es a insultar y menos sin saber quien se tiene a lado.
Creo que también tenía mucho que ver, en este desencuentro circunstancial con el Real Madrid, los rumores de que a mi hijo le habían echado de Marca, por culpa del presidente del Madrid, y que además, se hubieran cargado a Vicente de Bosque gran entrenador y mejor persona.
De Vicente del Bosque tengo una anécdota que lo define como lo buena persona que es. Mi hijo Gonzalo se estuvo probando, cuando era benjamín, en el Real Madrid, un día nos presentamos al entrenamiento y no había nadie. Cuando estábamos consultando los horarios de entrenamiento en el tablón de anuncios de la Ciudad Deportiva, salió Del Bosque y nos preguntó que nos pasaba, le dijimos que el niño no sabía muy bien que día entrenaba, nos pidió que no le culpásemos, que la culpa era de ellos por no haberle dado el horario de entrenamiento por escrito, sobre todos cuando se trataba de niños tan pequeños y con gran humildad nos pidió perdón.
Don Marcelo, aparte de ejercer de cura, de profesor de música, de director de teatro, hacía también de entrenador, formó dos equipos uno con los pequeños hasta los doce o trece años y otro con los mayores, a mí me colocó de defensa central en el equipo de los pequeños, el primer partido que lo jugábamos contra los mayores en la era, en un terreno en cuesta, nos dio unas pequeñas nociones de la demarcación que debíamos ocupar cada uno, y dibujó en el suelo a modo de pizarra la posición de cada jugador. Nos tomábamos tan a rajatabla nuestra posición, que nos colocamos en el campo exactamente igual que el dibujo que había hecho el entrenador, parecíamos, más que jugadores de fútbol, muñecos de futbolín.
Estaba muy ilusionado con el equipo de fútbol, con los balones de cuero y sobre todo con las porterías, nunca las habíamos tenido de madera, antes se señalizaban con piedras cubiertas con las chaquetas de los que jugábamos, por eso el día que se estrenaron, aun sin redes, suponía todo un acontecimiento.
Pero Don Marcelo estimó que las porterías debían ser inauguradas por los chicos mayores y formó dos equipos con ellos, sin darnos bola, nunca mejor dicho, a los pequeños, yo confiaba que luego hubiese un partido entre nosotros, pero el tiempo se echó encima y nos tuvimos que ir a comer.
Mi frustración fue tan grande que en el camino de vuelta no pude más y exploté, le solté muy enojado una sarta de improperios a nuestro bien intencionado cura, le dije que teníamos que jugar todos porque los terrenos donde estaban las porterías eran del pueblo, creo que dije que era de los agricultores del pueblo y que le iba a decir a mi padre, que además de agricultor era hermano del alcalde, que no permitiera jugar al fútbol a nadie si no jugábamos todos, era mi versión infantil adelantada al grito de la transición: Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios.
Ricardo Canelo, que nos acompañaba, porque fue a comprobar si las porterías estaban bien puestas y darles los últimos toques, comentó a Don Marcelo y yo lo oí, “Este Pitachina es muy soberbio” En eso coincidía con mi hermana Paquí, que siempre dijo de mí que era un gran soberbio y es posible que los dos tuvieran razón, pero en realidad era, y a veces lo sigo siendo, creo, que más que soberbio, iracundo, sobre todo en el pronto, cuando pienso que alguien comete una injusticia o no estoy de acuerdo con lo que dice, salto enseguida, luego cuando reflexiono y veo que la gente lo hace sin mala fe pido perdón, me pierden las formas, en el fondo trato de hacer todo lo posible por ser tolerante.
Alineación del partido 9-11-60 . COPA EUROPA REAL MADRID-BARCELONA 2-2
Real Madrid: Vicente, Pachin, Marquitos, Casado, Vidal, Del Sol, Herrera, Mateos, Di Stefano, Puskas, Gento.
Barcelona: Ramallets, Rodri, Garay, Gracia, Verges, Gensana, Villaverde, Evaristo, Kocsis, Suarez, Czibor.
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