Un día en la odiosa libretita controladora, que nos hacían presentar a la firma de nuestros padres, Don Juan puso que Eustasio se había comportado mal y no se había sabido la lección, y a éste, no se le ocurrió mejor forma de desagravio que ir poniendo por las pocas aceras que había entonces en el pueblo:
Don Juan Soria es un maricón
Ese día, al salir de clase, nos fuimos juntos desde las escuelas del canal hasta la casa que fue de mi abuelo, hoy es de los hermanos Galea, y entonces era donde, nuestros comunes tíos Ignacio, hermano de su madre e Inocencia, hermana de la mía, que había heredado la casa, hacían la matanza, por este motivo, como era costumbre, estábamos invitados a comer.
Eustasio, sin pararse a pensar en las consecuencias de su irreflexivo acto, conmigo de testigo, aunque no mudo, porque bien le advertí que iban a saber enseguida que era él, pues tenía una inconfundible y bonita letra, sin hacerme caso, siguió escribiendo su rabia y además la firmó.
Don Juan Soria no era ni mucho menos maricón, creo que nosotros entonces ni siquiera sabíamos su verdadero significado. Tuve claro que lo que había hecho Eustasio era una cosa muy grave, cuando al terminar la comida de matanza y dirigirme hacia mi casa vi, nada mas doblar la esquina, a Doña Águeda, la mujer de Don Juan, que también era maestra, leyendo junto con varias niñas alumnas suyas, lo que había escrito Eustasio en la acera de casa del Topo. Mandó a una de las niñas que avisara inmediatamente a Don Juan, me volví y tuve tiempo de hacerle señas con la mano a Eustasio, que aún no había doblado la esquina hacia su casa, de que se las había cargado.
Aquella misma tarde, ante todos los estudiantes, se escenificó, sin previo juicio, el castigo contra Eustasio. La máxima que se perseguía entonces era que todo castigo tenia que ser ejemplarizante, pero no sólo para el que se le infligía, sino, también para todos los demás, por si alguno tenía la debilidad de imitarle, por eso a los que iban a esa hora a la clase de Don Jacinto, se les hizo pasar a la clase de Don Juan y allí, casi sin mediar palabra, el padre de Eustasio con una fina y flexible vara de olivo, que traía preparada desde su casa, empezó a darle con ella, una y otra vez, en sus desprotegidas piernas a la altura de las corvas, entonces llevábamos pantalón corto, cada golpe que recibía Eustasio, era como si lo recibiésemos cada uno de nosotros, se me hizo interminable el castigo, nunca he podido olvidar aquella tarde, las piernas de Eustasio, varios días después, seguían estando completamente negras.
Eustasio, apenas se quejó, recibió el castigo con mucha dignidad, y el propósito de que éste fuera ejemplar no sé si lo consiguieron, lo que sí consiguieron fue que desde aquel día, Eustasio fuese para todos nosotros un valiente.
A los pocos días del castigo a Eustasio, dando la lección de matemáticas don Juan nos preguntó: ¿lados de un triángulo rectángulo? La respuesta era obviamente los catetos y la hipotenusa. Recuerdo que empecé contestando yo: los ángulos de un triángulo rectángulo son... no me dejó terminar, he dicho los lados, replicó Don Juan. A ver tú: ¿lados de un triángulo rectángulo? El siguiente en contestar volvió a decir: los ángulos de un triángulo rectángulo son... Y así uno tras otro, todos los que estábamos dando la lección fuimos incapaces de contestar correctamente el enunciado de la pregunta, eran los lados no los ángulos.
Esto de repetir siempre el enunciado de la pregunta que se nos hacía, creo que era debido, fundamentalmente, a la influencia de como estaban formuladas las preguntas en el catecismo, en éste, casi siempre, la contestación empezaba con el enunciado de la pregunta y además, se contestaba literalmente lo que decían las respuestas escritas, esto formaba parte de la filosofía de nuestra educación que era, salvo raras excepciones, totalmente memorística.
Don Juan creyó que le tomábamos el pelo, pero no era así ni mucho menos, todos nos habíamos bloqueado y éramos incapaces, siquiera, de repetir correctamente el enunciado de la pregunta. El motivo, quizás, estuviese en la rima ángulo, triángulo, rectángulo, pero, yo me inclino más a pensar que era el miedo lo que nos hacía bloquearnos de esta manera tan unánime, por otro lado, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga, desde este día nos quedó muy claro a todos lo que era un ángulo, lo que era un lado y la relación entre los catetos y la hipotenusa en el famoso teorema de Pitágoras.
Otra anécdota, ésta más simpática, fue cuando dando la lección de catecismo Don Juan nos preguntó en que consistía el ayuno y la abstinencia, la definición de catecismo de lo que era la bula de la Santa Cruzada no se me ha olvidado desde entonces.
La lección de aquel día era la 31 del Catecismo de la Doctrina Cristina, Segundo grado, Texto Nacional Madrid 1958, he tenido la suerte de conseguir a través del señor Google, el texto completo de aquel famoso Catecismo heredero de la filosofía y la retórica del Padre Ripalda, que éste heredó a su vez del Padre Astete, y que reproduzco aquí literalmente, casi en edición facsímil, aquella inolvidable, para mí, lección:
Cuarto y quinto mandamiento de la Iglesia
El ayuno, la abstinencia y la ayuda a las necesidades de la Iglesia
¿Cuál es el cuarto mandamiento de la santa Madre Iglesia? – El cuarto mandamiento de la santa Madre Iglesia es: ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la santa Madre Iglesia.
¿En qué consiste la ley del ayuno?- La ley del ayuno consiste en no hacer más de una comida al día, si bien se permite un ligero desayuno y una frugal colación.
¿A quiénes obliga la ley del ayuno y de la abstinencia?- La ley del ayuno obliga a los que han cumplido veintiún años y no han llegado a los sesenta; la ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido siete años.
¿Qué es la Bula de la santa Cruzada?- La Bula de la santa Cruzada es un privilegio pontificio, que concede a los españoles gracias especiales, y les dispensa del ayuno y de la abstinencia en ciertos días.
¿Cuál es el quinto mandamiento de la santa Madre Iglesia? – El quinto mandamiento de la santa Madre Iglesia es: ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
¿Cuáles son las principales necesidades de la Iglesia? – Las principales son: el sostenimiento de las necesidades de la Iglesia culto y sus ministros, el Seminario, las Misiones y las obras católicas.
¡El Papa nos concedía gracias especiales por ser españoles! Eso si bajo pago añado yo, y con tarifas distintas, no se pagaba igual por un miembro de la familia que por un sirviente, la tarifa de éste era la mitad. Sería a esto a lo que se refería San Ignacio de Loyola cuando hablaba del “negocio de la salvación”.
Y lo de la Santa Cruzada ¿quién era ésta, yo no llegué a conocer a ninguna santa que se llamase Cruzada? ¡Ah qué no se referían a una persona que se llamase Cruzada o que al menos estuviese cruzada de brazos! Qué lo de cruzada era ir a la guerra contra el infiel, y por eso la guerra era santa. Ahora resulta que una de las cosas peores que ha conocido la humanidad como es la guerra, para la Iglesia católica, apostólica y romana merece el nombre de santa, pues lo siento, yo estoy más con Quevedo, pues quien de verdad merece el nombre de santa es la pobreza.
Estos dos mandamientos estaban íntimamente relacionados, había que ayudar a la iglesia en sus necesidades, decía el quinto, y para librarse de la abstención de comer carne pagabas a la santa Madre Iglesia por la burla, perdón por la bula y de ésta manera estabas ayudando a la iglesia en sus necesidades, no tiene nada extraño que en esta lección el catecismo englobe a los dos.
Pues bien, cuando alguien contestó a la pregunta con aquello del ligero desayuno y la frugal colación, nuestro ínclito Eustasio, se apresuró a formular su particular visión sobre lo que quería decir la pregunta. Según nos manifestó Eustasio, sus hermanos mayores, Emilio, Benito y Ángel, eran fieles cumplidores de esta obligación pues aunque desayunaban mucha cantidad, eso sí, se daban mucha prisa al hacerlo.
La rica y hermosa lengua castellana
nos juega estas malas pasadas,
¿pues no es ligero ir deprisa?
entonces ¿por qué nos da tanta risa?
Amigo Eustasio Collazos Simón
en verdad tenías toda la razón
sería cosa de necios o de un loco
trabajando tanto, comer tan poco.
La retórica del catecismo contagiaba sin lugar a dudas, si no, que se lo digan a Don Abilio Rubio Neila, natural de Hervás, párroco que fue de Monroy muchos años, gran consumidor de colonia, y gustoso sermoneador a la antigua usanza, cuando los sermones se daban desde el púlpito y se usaba el preceptivo bonete, que le daba al orador un aire muy académico y doctoral.
Tengo grabado en la memoria el comienzo de un sermón que dio este señor cura párroco, creo que era con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen Maria, que comenzaba así:
Un alférez una estrella de seis puntas.
Un teniente dos estrellas de seis puntas
Un capitán tres estrellas de seis puntas
Un comandante una estrella de ocho puntas
Un teniente coronel dos estrellas de ocho puntas
Un coronel tres estrellas de ocho puntas
Un general .....)
Así hasta que llegó a Capitán General.
Para a continuación añadir haciendo gran énfasis:
¡La Virgen Maria lleva una corona con doce estrellas, muchas más que nadie de los que mandan en cualquier ejército del mundo! (No recuerdo si llegó a decir las puntas que tenían las estrellas de la Virgen)
Con esto quería hacernos entender que la Virgen era más importante que todos los mandamases del ejército ¿incluyendo también a Franco?
Yo era muy pequeño, pero este sermón se me ha quedado grabado como el prototipo de la retórica ¿No entendía que pintaban las estrellas, con pocas o muchas puntas, con el poder de la Virgen Maria? ¿Son comparables el poder terrenal y el celestial? ¿No habíamos quedado que había que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César?
Aunque bien mirado, a lo mejor, el sermón no era tan inocente y nos quería lanzar el mensaje subliminal de que la Iglesia mandaba más que Franco que era Capitán General, bueno, era más todavía, era Generalísimo, pero, eso sí, no había dudas de que nuestra imagen de la Virgen, tenia una corona con más estrellas, que las que Franco llevaba en la bocamanga.
No me extraña que oyendo este tipo de comparaciones que se hacían en los sermones, aquel niño de Alburquerque, coetáneo del gran escritor Luis Landero, se hiciese un lío y se preguntase ¿qué era más: Franco o toro?
Don Juan Soria es un maricón
Ese día, al salir de clase, nos fuimos juntos desde las escuelas del canal hasta la casa que fue de mi abuelo, hoy es de los hermanos Galea, y entonces era donde, nuestros comunes tíos Ignacio, hermano de su madre e Inocencia, hermana de la mía, que había heredado la casa, hacían la matanza, por este motivo, como era costumbre, estábamos invitados a comer.
Eustasio, sin pararse a pensar en las consecuencias de su irreflexivo acto, conmigo de testigo, aunque no mudo, porque bien le advertí que iban a saber enseguida que era él, pues tenía una inconfundible y bonita letra, sin hacerme caso, siguió escribiendo su rabia y además la firmó.
Don Juan Soria no era ni mucho menos maricón, creo que nosotros entonces ni siquiera sabíamos su verdadero significado. Tuve claro que lo que había hecho Eustasio era una cosa muy grave, cuando al terminar la comida de matanza y dirigirme hacia mi casa vi, nada mas doblar la esquina, a Doña Águeda, la mujer de Don Juan, que también era maestra, leyendo junto con varias niñas alumnas suyas, lo que había escrito Eustasio en la acera de casa del Topo. Mandó a una de las niñas que avisara inmediatamente a Don Juan, me volví y tuve tiempo de hacerle señas con la mano a Eustasio, que aún no había doblado la esquina hacia su casa, de que se las había cargado.
Aquella misma tarde, ante todos los estudiantes, se escenificó, sin previo juicio, el castigo contra Eustasio. La máxima que se perseguía entonces era que todo castigo tenia que ser ejemplarizante, pero no sólo para el que se le infligía, sino, también para todos los demás, por si alguno tenía la debilidad de imitarle, por eso a los que iban a esa hora a la clase de Don Jacinto, se les hizo pasar a la clase de Don Juan y allí, casi sin mediar palabra, el padre de Eustasio con una fina y flexible vara de olivo, que traía preparada desde su casa, empezó a darle con ella, una y otra vez, en sus desprotegidas piernas a la altura de las corvas, entonces llevábamos pantalón corto, cada golpe que recibía Eustasio, era como si lo recibiésemos cada uno de nosotros, se me hizo interminable el castigo, nunca he podido olvidar aquella tarde, las piernas de Eustasio, varios días después, seguían estando completamente negras.
Eustasio, apenas se quejó, recibió el castigo con mucha dignidad, y el propósito de que éste fuera ejemplar no sé si lo consiguieron, lo que sí consiguieron fue que desde aquel día, Eustasio fuese para todos nosotros un valiente.
A los pocos días del castigo a Eustasio, dando la lección de matemáticas don Juan nos preguntó: ¿lados de un triángulo rectángulo? La respuesta era obviamente los catetos y la hipotenusa. Recuerdo que empecé contestando yo: los ángulos de un triángulo rectángulo son... no me dejó terminar, he dicho los lados, replicó Don Juan. A ver tú: ¿lados de un triángulo rectángulo? El siguiente en contestar volvió a decir: los ángulos de un triángulo rectángulo son... Y así uno tras otro, todos los que estábamos dando la lección fuimos incapaces de contestar correctamente el enunciado de la pregunta, eran los lados no los ángulos.
Esto de repetir siempre el enunciado de la pregunta que se nos hacía, creo que era debido, fundamentalmente, a la influencia de como estaban formuladas las preguntas en el catecismo, en éste, casi siempre, la contestación empezaba con el enunciado de la pregunta y además, se contestaba literalmente lo que decían las respuestas escritas, esto formaba parte de la filosofía de nuestra educación que era, salvo raras excepciones, totalmente memorística.
Don Juan creyó que le tomábamos el pelo, pero no era así ni mucho menos, todos nos habíamos bloqueado y éramos incapaces, siquiera, de repetir correctamente el enunciado de la pregunta. El motivo, quizás, estuviese en la rima ángulo, triángulo, rectángulo, pero, yo me inclino más a pensar que era el miedo lo que nos hacía bloquearnos de esta manera tan unánime, por otro lado, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga, desde este día nos quedó muy claro a todos lo que era un ángulo, lo que era un lado y la relación entre los catetos y la hipotenusa en el famoso teorema de Pitágoras.
Otra anécdota, ésta más simpática, fue cuando dando la lección de catecismo Don Juan nos preguntó en que consistía el ayuno y la abstinencia, la definición de catecismo de lo que era la bula de la Santa Cruzada no se me ha olvidado desde entonces.
La lección de aquel día era la 31 del Catecismo de la Doctrina Cristina, Segundo grado, Texto Nacional Madrid 1958, he tenido la suerte de conseguir a través del señor Google, el texto completo de aquel famoso Catecismo heredero de la filosofía y la retórica del Padre Ripalda, que éste heredó a su vez del Padre Astete, y que reproduzco aquí literalmente, casi en edición facsímil, aquella inolvidable, para mí, lección:
Cuarto y quinto mandamiento de la Iglesia
El ayuno, la abstinencia y la ayuda a las necesidades de la Iglesia
¿Cuál es el cuarto mandamiento de la santa Madre Iglesia? – El cuarto mandamiento de la santa Madre Iglesia es: ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la santa Madre Iglesia.
¿En qué consiste la ley del ayuno?- La ley del ayuno consiste en no hacer más de una comida al día, si bien se permite un ligero desayuno y una frugal colación.
¿A quiénes obliga la ley del ayuno y de la abstinencia?- La ley del ayuno obliga a los que han cumplido veintiún años y no han llegado a los sesenta; la ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido siete años.
¿Qué es la Bula de la santa Cruzada?- La Bula de la santa Cruzada es un privilegio pontificio, que concede a los españoles gracias especiales, y les dispensa del ayuno y de la abstinencia en ciertos días.
¿Cuál es el quinto mandamiento de la santa Madre Iglesia? – El quinto mandamiento de la santa Madre Iglesia es: ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
¿Cuáles son las principales necesidades de la Iglesia? – Las principales son: el sostenimiento de las necesidades de la Iglesia culto y sus ministros, el Seminario, las Misiones y las obras católicas.
¡El Papa nos concedía gracias especiales por ser españoles! Eso si bajo pago añado yo, y con tarifas distintas, no se pagaba igual por un miembro de la familia que por un sirviente, la tarifa de éste era la mitad. Sería a esto a lo que se refería San Ignacio de Loyola cuando hablaba del “negocio de la salvación”.
Y lo de la Santa Cruzada ¿quién era ésta, yo no llegué a conocer a ninguna santa que se llamase Cruzada? ¡Ah qué no se referían a una persona que se llamase Cruzada o que al menos estuviese cruzada de brazos! Qué lo de cruzada era ir a la guerra contra el infiel, y por eso la guerra era santa. Ahora resulta que una de las cosas peores que ha conocido la humanidad como es la guerra, para la Iglesia católica, apostólica y romana merece el nombre de santa, pues lo siento, yo estoy más con Quevedo, pues quien de verdad merece el nombre de santa es la pobreza.
Estos dos mandamientos estaban íntimamente relacionados, había que ayudar a la iglesia en sus necesidades, decía el quinto, y para librarse de la abstención de comer carne pagabas a la santa Madre Iglesia por la burla, perdón por la bula y de ésta manera estabas ayudando a la iglesia en sus necesidades, no tiene nada extraño que en esta lección el catecismo englobe a los dos.
Pues bien, cuando alguien contestó a la pregunta con aquello del ligero desayuno y la frugal colación, nuestro ínclito Eustasio, se apresuró a formular su particular visión sobre lo que quería decir la pregunta. Según nos manifestó Eustasio, sus hermanos mayores, Emilio, Benito y Ángel, eran fieles cumplidores de esta obligación pues aunque desayunaban mucha cantidad, eso sí, se daban mucha prisa al hacerlo.
La rica y hermosa lengua castellana
nos juega estas malas pasadas,
¿pues no es ligero ir deprisa?
entonces ¿por qué nos da tanta risa?
Amigo Eustasio Collazos Simón
en verdad tenías toda la razón
sería cosa de necios o de un loco
trabajando tanto, comer tan poco.
La retórica del catecismo contagiaba sin lugar a dudas, si no, que se lo digan a Don Abilio Rubio Neila, natural de Hervás, párroco que fue de Monroy muchos años, gran consumidor de colonia, y gustoso sermoneador a la antigua usanza, cuando los sermones se daban desde el púlpito y se usaba el preceptivo bonete, que le daba al orador un aire muy académico y doctoral.
Tengo grabado en la memoria el comienzo de un sermón que dio este señor cura párroco, creo que era con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen Maria, que comenzaba así:
Un alférez una estrella de seis puntas.
Un teniente dos estrellas de seis puntas
Un capitán tres estrellas de seis puntas
Un comandante una estrella de ocho puntas
Un teniente coronel dos estrellas de ocho puntas
Un coronel tres estrellas de ocho puntas
Un general .....)
Así hasta que llegó a Capitán General.
Para a continuación añadir haciendo gran énfasis:
¡La Virgen Maria lleva una corona con doce estrellas, muchas más que nadie de los que mandan en cualquier ejército del mundo! (No recuerdo si llegó a decir las puntas que tenían las estrellas de la Virgen)
Con esto quería hacernos entender que la Virgen era más importante que todos los mandamases del ejército ¿incluyendo también a Franco?
Yo era muy pequeño, pero este sermón se me ha quedado grabado como el prototipo de la retórica ¿No entendía que pintaban las estrellas, con pocas o muchas puntas, con el poder de la Virgen Maria? ¿Son comparables el poder terrenal y el celestial? ¿No habíamos quedado que había que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César?
Aunque bien mirado, a lo mejor, el sermón no era tan inocente y nos quería lanzar el mensaje subliminal de que la Iglesia mandaba más que Franco que era Capitán General, bueno, era más todavía, era Generalísimo, pero, eso sí, no había dudas de que nuestra imagen de la Virgen, tenia una corona con más estrellas, que las que Franco llevaba en la bocamanga.
No me extraña que oyendo este tipo de comparaciones que se hacían en los sermones, aquel niño de Alburquerque, coetáneo del gran escritor Luis Landero, se hiciese un lío y se preguntase ¿qué era más: Franco o toro?
1 comentario:
Recuerdo muy bien a los misioneros
porque pasamos unos dias muy agradables con ellos y sobre todo
porque esos dias no teniamos que es
tudiar.LLevaron a la iglesia a mucha gente que nunca habia entrado en ella y nos dedicaron a los niños mas tiempo que nadie nos habia dedicado jamas, eran verdaderos pedagogos.
Hasta siempre compañero.chiolina.
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